La Comuna/ Por José Ángel Solorio Martínez

Opinión

Los grupos de presión extranjeros, en Tamaulipas

Para ser justos, no fue el neoliberalismo el responsable -absoluto- de abrir la puerta de la administración pública al crimen organizado. La historia -como se ha dicho- es la maestra de la política; y en este caso, documentadamente, nos ilustra: la incursión del poder fáctico más robusto en el estado -luego de las compañías petroleras extranjeras que iniciaron a entronizarse en los inicios del siglo XX- pasó a ocupar sitios institucionales en la administración estatal en el sexenio del gobernador, Enrique Cárdenas González.
Tocó a la revista Proceso -en aquellos tiempos más que respetable- señalar el pecado del Ejecutivo estatal tamaulipeco: por recomendaciones del aparato policial y de Justicia estadounidenses, el Procurador de Justicia, Mario Albertos Betancourt, debía ser removido de su cargo por tener vínculos con ciertos temas sensibles.
La misma publicación, dio cuenta de cómo Cárdenas González había salido del embrollo: nombró a otro Procurador, -Even Garza Mascorro, uno de los mejores que ha tenido el estado en asuntos de procuración de Justicia, dicen los abogados de su época- en tanto a Albertos Betancourt lo envió -se dijo para protegerlo de los sabuesos de USA- al Supremo Tribunal de Justicia, como Magistrado.
Tiempos de hegemonía priista en el país, no pasó nada.
Ni siquiera fue tema en sitios tan propios para ello, en el Congreso o en el Senado.
El gobernador tamaulipeco, enfrentaría otras embestidas, pero no por ese grave motivo.
Ese evento destapado por las agencias policiales norteamericanas, signaría a muchos de nuestros gobiernos locales.
Fue, esa acusación, otra presión de factores extranjeros para influir en las políticas que sólo deberían ser responsabilidad de los tamaulipecos. La diplomacia, en esa época, no se ajustaba a los cánones de prudencia y de buena vecindad; ahora, antes de que la sangre corra, se ponen de acuerdo representantes del gobierno mexicano y del estadounidense para ponderar los efectos de las denuncias.
En los años 20, los capitales de Inglaterra -la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila- intentaron minimizar al gobernador Candelario Garza en las negociaciones en la huelga de 1924; no lo lograron: el Ejecutivo estatal, se movió con prudencia y pasó la estafeta de las pláticas entre sindicalistas y empresarios petroleros al gobierno del Presidente Obregón, logrando salir ileso de uno de los primeros calambres de los grupos de presión en contra del régimen estatal.
En el gobierno de Eugenio Hernández Flores, gobiernos centroamericanos, intentaron presionar a su gobierno. El asunto: la masacre de San Fernando, que involucró al CO y a decenas de salvadoreños, guatemaltecos, beliceños y ciudadanos de otros países de Sud América.
No se desbordó el río, toda vez que la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Gobierno federal amortiguaron los justos reclamos de esos países.
Geño, libró el desafío sin daños ni bajas en su administración.
El gobierno panista de Francisco García Cabeza de Vaca, encaró un evento que pudo salirse de control: la masiva muerte de centroamericanos en Camargo.
Por las mismas razones que su homólogo Hernández Flores, salió indemne.
Es pertinente abordar esos fenómenos a los cuales está expuesto un gobierno en los turbulentos escenarios sobre los cuales se mueven actualmente, los ciudadanos y los gobiernos de Tamaulipas.
La moraleja es sencilla: se debe elegir con lupa a los colaboradores del Gobierno estatal, porque los entes policiales extranjeros, acopian piedras y hondas para mantener débiles a sus adversarios, para meter mano donde les interesa.