AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Déjavu

Déjavu es una palabra francesa que significa “ya visto”. Son experiencias donde sentimos como si ya hubiésemos vivido un hecho determinado.

En México vivimos en un constante déjavu. El Sistema Político Mexicano es un déjavu perfecto. Las cosas se repiten constantemente y no salimos de un bucle que nos mantiene atrapados.

Digo esto porque durante cinco décadas… bueno, menos… ocho décadas, el Partido Revolucionario Institucional mantuvo una hegemonía casi monolítica en el País.

Se le llegó a llamar “La Dictadura Perfecta”, porque era una simulación tras otra simulación y así, sucesivamente. No sabíamos en cuál capa estábamos ni mucho menos cómo podríamos salir de ese círculo vicioso.

Veía junto con mis compañeros de grupo en la Universidad Tamaulipeca cómo en la película homónima (La Dictadura Perfecta (2014). Director: Luis Estrada. Protagonistas: Damián Alcázar, Livia Brito, Joaquín Cosío y Alfonso Herrera), el poder se las arregla para hacer y deshacer a su conveniencia.

Una poderosa televisora que encumbra a un Presidente de la República, un gobernador que tiene fuertes nexos con la delincuencia organizada, el uso de un recurso llamado “La Caja China” para manipular la opinión pública, asesinatos, complots e impunidad a todo lo que da.

En el año 2000, finalmente, el PRI fue desbancado del poder y todos creíamos que habría un cambio positivo con el PAN, pero no fue así.

Volvimos a lo mismo. Al déjavu.

En el 2012 parecía que el pueblo le dio un voto de confianza, tal vez el último, al Revolucionario Institucional.

Bien pronto supimos que era más de lo mismo: Simulación, corrupción, enriquecimiento ilícito de unos cuantos, violencia, asesinatos… y la sangre corriendo por todo el suelo patrio.

Hartos de todo eso, los mexicanos votaron de manera apabullante por una opción de izquierda, ya que el centro y la derecha no dieron buenos resultados.

Los libre pensadores, sin embargo, creemos que es un déjavu más.

En términos reales, volvemos a revivir la época del caudillismo, de Obregón o de Calles, con un Jefe Máximo que quiere controlar todo.

Controla la Cámara de Diputados, controla la de Senadores, la Suprema Corte de Justicia, el INE, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; controla al pueblo depauperado, porque éste tiene la esperanza de que ahora sí saldrá de la jodencia.

La bandera que enarbola contra la corrupción, por muy popular que sea, no tiene validez si sólo se dice de palabra y no hay hechos que la respalden.

Quizás la aprehensión de Emilio Lozoya, le cayó de perlas al actual Gobierno para justificar las palabras que hasta ahora suenan huecas.

Pero eso ya había pasado en otros sexenios, con la captura de figuras relevantes de la política que incurrieron en temas de corrupción.

Seguimos viviendo en un déja vu.

Aún no salimos del bucle en el que estamos atrapados, donde parece que ahora sí, pero siempre volvemos a lo mismo.

Es como la Selección Nacional de futbol. En cada mundial, parece que nuestros muchachos pueden disputar la Copa, y empiezan ganado los dos primeros juegos, haciendo renacer la esperanza de todos los mexicanos.

Sin embargo, ¡oh! decepción. En el tercer o cuarto juego pierden lastimosamente, y volvemos a vivir el déjavu de siempre.

Sólo espero que el Rayito de Esperanza no quiera seguir los pasos de El Rey Sol de Francia, Luis IV (1638-1715), quien acuñó aquella frase que decía: “Después de mí, el diluvio”, porque entonces sí, nos va a cargar el payaso.

Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Poseo diversos antecedentes informativos”. (Yo tengo otros datos).

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