AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Nachas

En una presentación en vivo que realizó “El Potrillo” Alejandro Fernández en la Feria de Texcoco, se vio claramente la ausencia de la parte posterior que durante sus años mozos lo caracterizó. Es decir, perdió las nachas. 

Más tardos que perezosos, los avispados usuarios de las redes sociales subieron un torrente de “memes” sobre tan trascendental tema, aprovechando la canción que hizo famosa el hijo de Chente “Manos largas”, llamada “Me dediqué a perderte”. 

La pregunta es, ¿“El Potrillo” en realidad se dedicó a perder sus nachas o es un efecto de cámara? 

La verdad es que el tiempo no perdona, y no es lo mismo cuando tenía 25, 30 o 40 años, a los 51 que tiene ahora. 

La ciencia médica nos dice que conforme avanza la edad, perdemos masa muscular. Si no se ejercita un músculo, se vuelve flácido, y si además ese músculo tiene componentes grasos, como las nalgas, estas simplemente desaparecen. 

Pero, ¿por qué darle tanta importancia a las sentaderas? 

No es un secreto que en las mujeres es una de las partes más llamativas. 

Desde el punto de vista evolutivo, unos buenos glúteos son señal de buena salud y éxito reproductivo. 

Las mujeres con trasero prominente solían garantizar una mayor oportunidad de vida para sus hijos al amamantarlos por más tiempo. 

En los hombres, unos glúteos y piernas poderosas podían ser la diferencia entre la vida y la muerte, ya que permiten correr más de prisa para alcanzar a una presa o huir de manera más rápida de un depredador. 

Entonces, cuando vemos en el sexo opuesto esa parte de la anatomía, nuestro cerebro evalúa si esa persona es apta o no para tener descendencia con nosotros. 

Por eso decepcionó a muchas que “El Potrillo” apareciera sin nalgas, o con las nalgas caídas. 

Ahora le dicen “El Mejoralito”, porque nada más tiene una rayita. (Nota de la Redacción: Tú no cantas mal las rancheras, Pegaso). 

Pero bueno, a lo largo de la historia se ha demostrado una y mil veces el atractivo de las pompis. 

Hay un poeta riobravense que escribió un poema llamado “Oda a la nalga”, que dice básicamente que por las déstas de Helena cayó Troya y da otros muchos ejemplos de cómo, gracias al magnético encanto de esas muníficas partes los hombres (y también las mujeres), hacemos todo. 

En estos tiempos modernos ya nadie piensa en que el más nalgón será más apto para sobrevivir, porque afortunadamente ya no estamos en la selva o en las estepas, sino que nos hemos convertido en animales sociales y urbanos, donde hay todo, desde seguridad social, educación y trabajo. Para adquirir nuestra comida ya no nos levantamos a las cuatro de la madrugada a perseguir algún jabalí, sino que vamos al mandado a la hora que se nos plazca y adquirimos el mandado necesario para la semana. 

Pero aún tenemos bien grabado en la memoria colectiva para qué servían las nachas. 

Me imagino que a la vuelta de varios miles de años la evolución nos hará olvidarlo, y entonces, ya no tendremos necesidad de tener nalgas prominentes.  

El hombre del futuro, casi casi estoy seguro, será como se ve Alejandro Fernández: Desnalgados. 

Y por hoy es todo. Termino mi colaboración con el refrán estilo Pegaso: “¿N’algún otro sitio nos hemos percibido visualmente?” (¿N’algotra parte nos hemos visto?)