Al Vuelo/ Por Pegaso

Opinión

Pluma


Un niño se quitó la vida porque sus padres le prohibieron escuchar a Peso Pluma.

Un niño se quitó la vida porque sus padres le prohibieron escuchar a Peso Pluma.

Un niño se quitó la vida porque sus padres le prohibieron escuchar a Peso Pluma.

¡Un niño se quitó la vida porque sus padres le prohibieron escuchar a Peso Pluma!

¿Qué? ¡Que alguien me diga que esto es una broma de muy mal gusto!

Si es verdad la noticia que dieron algunos medios nacionales, es necesario ponernos a pensar muy seriamente y preguntarnos: ¿Qué estamos haciendo mal?

No existe justificación en el mundo para que un puberto de 11 años decida colgarse de la rama de un árbol. Pero pienso que tomar esa decisión porque su padre no le permitió escuchar al mequetrefe ese, raya en lo absurdo.

A ver: Si de pronto yo quiero escuchar a Javier Solís y mi vieja me dice que no puedo hacerlo, ¿me voy a pegar un tiro?

No, ¿verdad?

Algo tiene esa música que está enajenando a nuestra juventud. Deberían prohibirla. Es más, yo creo que si hay algún diputado o senador con una pizca de conciencia debe subir a tribuna una iniciativa de ley que prohíba terminantemente la producción, comercialización y difusión de ese tipo de música que hace apología del delito, los llamados “corridos tumbados” o “belicones”.

Según la nota de Milenio, los hechos ocurrieron en Piedras Negras, Coahuila.

La noche anterior, el padre del adolescente Jerick “N” había reprendido a su hijo porque escuchaba a todo volumen a Peso Pluma en su celular. Tras una discusión, el progenitor le quitó el aparato y el chavo se quedó llorando amargamente en su cama.

Por la mañana, antes de irse a la chamba, lo buscó en su habitación, pero al no encontrarlo, recorrió toda la vivienda, hasta que lo halló colgado de un árbol con una carta póstuma donde explicaba que se mató porque estaba harto de que no lo dejaran escuchar a su artista favorito.

“Yo soy peso pluma”,-decía la fatídica misiva.

Y a partir de aquí, se van a desprender dos situaciones: La primera, que se abrirá el debate sobre la importancia de prohibir la música que hace apología del delito y la segunda, que habrá un movimiento opuesto donde los jóvenes empezarán a defender su derecho de escuchar a quien ellos quieran, bajo el lema: “Yo soy Peso Pluma”.

Porque la chaviza no tiene conciencia de lo que le están haciendo a su mente. Son la materia prima de la siguiente generación de la delincuencia organizada y ni siquiera sospechan de ello.

Les están metiendo la idea de que es bueno andar de mañoso, traer un chorro de lana mal habida, armas, carros de lujo y viejas de a montón, como Huicho Domínguez; a las jovencitas, tatuarse hasta las nachas, operarse las bubis, tener labios de ventosa, pestañas de abanico y ser la perra del punterillo del barrio.

Son palabras duras, pero es la verdad. Todo eso ensalzan los llamados “corridos tumbados” y toda esa lacra de seudocantantes que berrean todos los días, a toda hora, en la televisión y en los videos que se difunden en las redes sociales.

Y nosotros, como medios de comunicación no debemos glorificar lo que sabemos que tiene un impacto negativo en la sociedad.

A ver, yo les pregunto a los chamacos: ¿Seguirían a Peso Pluma si cantara ópera, cantos gregorianos o boleros?

No, por supuesto. Porque lo que les entra son los berridos que pegan los “artistas” de moda, la violencia que llevan implícitas sus letras, el sexo vulgar y la misoginia, donde la mujer es solo un objeto para procurar placer.

Veamos unos cuantos versos de lo que nuestra juventud, desde la placenta hasta los 25 años, está escuchando:

Mi vida es gris a veces, ni a’ qué les cuento/

un hoyo negro, la gente solo te quiere hundir/

pero salí cabrón, de nada me arrepiento/

no me detiene ningún puto que se cruce aquí, eah!

Esta “obra maestra” es autoría de otro “cantante” que no curte malas vaquetas y que tiene el “honor” de ser llamado “el padre de los corridos tumbados”, Natanael Cano.

Ahora viene una joya del multicitado Peso Pluma:

Las morras/

me besan, pues las vuelvo locas a todas./

Se besan, ellas bailan y se alborotan./

No ocupan flores, solo un polvo que es rosa./

Y sigo bendecido con los míos en el camino, oh./

Morras encima de mí y de mi ganga y de to’lo que traigo en mi cuello./

Por eso yo las detono en mi cuarto y en ese culito va el sello./

Padres, madres: ¿A ustedes les gustaría escuchar esa basura?

La recomendación de la columna es que no se esperen a que sus engendros se aficionen a los corridos tumbados, al reggetón y a toda esa bazofia que enaltece la violencia y degrada a la mujer.

Mientras más chicos les evitemos eso, menos muertes vamos a lamentar, como la del adolescente que se colgó de un árbol en el patio de su casa porque su papá no le permitió escuchar las canciones de Peso Pluma.

Aunque, pensándolo bien… ¡que se maten! Son posibles futuros sicarios menos de los cuales tendremos que preocuparnos.

Viene el refrán estilo Pegaso: “Finado el cánido, concluida la hidrofobia”. (Muerto el perro, se acabó la rabia).