Los amigos no se niegan

Opinión

Por Oscar Díaz Salazar

La historia que hoy les cuento es del tiempo en que gobernaba en Tamaulipas el señor del sombrero, de los pantalones Dickies, de las camisas de cuadros, de los botines de «zipper» y de cinto pitiado. A semejanza de lo que se vivía en el ámbito nacional, en el suelo tamaulipeco se implementaba una política que intentaba exterminar, o por lo menos limitar, los cacicazgos locales, los liderazgos políticos regionales, los actores políticos pueblerinos.

Manuel Cavazos Lerma ya había echado en corrida a Agapito González, Diego Navarro, Pedro Pérez Ibarra. Mientras que Salinas había encerrado a La Quina, amo y señor de la zona conurbada de Tampico.

En Reynosa, ya estaba de regreso el editor Beto Deandar, luego del auto exilio en los Estados Unidos, del que volvió sabiendo que tendría que moderar sus expectativas políticas y/o de poder, pues el señor del sombrero ejercía a plenitud las facultades que la ley le otorgaba, así como las meta constitucionales que la tradición y cultura política mexicana le daban.

El editor Heriberto Deandar ofreció una fiesta para celebrar su regreso a Reynosa, y para festejar su cumpleaños (o algo por el estilo). Esto ocurrió en vísperas del destape de quién sería el candidato a presidente municipal del PRI.

Recuerdo que hubo mucha expectativa sobre quienes atenderían la invitación del propietario del principal medio de comunicación impreso de Reynosa y la región, pues los políticos tenían temor de ser mal vistos por el gobernador.

El principal aspirante, que si logró la candidatura y fue presidente municipal de Reynosa, y que sí asistió al convivio con Heriberto Deandar, fue Oscar Luebbert Gutiérrez.

Desde la lejanía, es fácil sugerir e incluso exigir que un político no se relacione con personajes no gratos para otros actores políticos. Pero los que juegan de locales, los que viven en el mismo municipio, saben lo que representa cada uno de los miembros de la comunidad que se pretende gobernar.

Hoy en día, se sabe que los alcaldes designan un interlocutor con los líderes de los poderes fácticos o con personajes que son mal vistos por otros actores políticos.

Les cuento esta historia para decirles que encuentro una situación similar en la que veo inmerso al diputado panista de Tampico, Mon Marón, a quien propios y extraños reconocen como el aspirante más adelantado, competente y preparado para la sucesión de Chucho Nader.

El problema de Mon Marón, desde la perspectiva de muchos, es, para decirlo en términos que hoy repiten detractores y observadores neutrales por igual, que a Mon Marón ya lo chupó el diablo, refiriéndose con esto a la cercanía que tiene con los Cabeza de Vaca, con el líder de la Vaca Salvatrucha y con el hermano lelo, Ismael García, de quién es suplente en el cargo de senador de la república.

El diputado Mon Marón tiene la decencia y corrección de decir que no niega a sus amigos, a ninguno de ellos, y que tiene muchos, entre los que se cuenta el presidente Chucho Nader, el Truco Verastegui, el Cachorro Cantú, el líder nacional del partido y centenares de panistas con los que ha coincidido en más de una década de andar en la política y en las campañas panistas.

La tacha que sus detractores le ponen a Mon Marón, desde la óptica del vaso medio lleno, o sea vista en positivo, es que Mon Marón es factor de coincidencia entre varias expresiones panistas, entre diversas generaciones y entre varios liderazgos partidistas, y de eso dan cuenta las encuestas de conocimiento e intención de voto que lo colocan como puntero y muy arriba de cualquier competidor, lo mismo al interior de su partido, que en mediciones a la población en general.

Aunque ha recibido el apoyo de líderes políticos, eso no lo ha vuelto incondicional de nadie y ha preferido dejar pasar oportunidades, cuando estas demandaban tutela constante o sumisión.

Mon Maron es un político joven, (no tan joven como aparenta), que ha tenido y aprovechado oportunidades, que se abre camino sin entrar en conflictos, que escapa a la onda grupera y que mantiene relaciones cordiales con la mayoría de sus compañeros de partido.