Tiempo de Graduaciones y … Evaluaciones

Opinión

Creo que todos los lectores han pasado por una, dos, tres, cuatro o mas graduaciones.

Como actores centrales, invitados, padres, padrinos e incluso maestros.

Son momentos muy emotivos, es el fin de una etapa de la instrucción escolar que merece la ceremonia oficial, el festejo colectivo y la convivencia familiar.

Es el cierre de un pequeño ciclo de los muchos que trae la vida.

Pero también el inicio de otra etapa a la que se ve con incertidumbre, esa que genera lo desconocido y lo nuevo.

Importante asistir a las ceremonias oficiales de las instituciones, donde se entregan los certificados y reconocimientos a los alumnos en general y a aquellos que se distinguieron en algunas disciplinas.

Relevante también participar de las fiestas colectivas de los jóvenes que de alguna forma se despiden de sus compañeras y compañeros, maestros y el plantel.

Pero también, sumamente valiosa la reunión y convivencia familiar que valora, premia y reconoce el esfuerzo de quien culmina esa etapa.

Y quizás igual de valiosa la reflexión sincera con tintes de evaluación para conocer el verdadero nivel de conocimientos, destrezas y madurez adquiridas por el estudiante.

Además de la identificación de los perfiles vocacionales para una adecuada orientación en aquellos que culminaron el bachillerato o preparatoria, a fin de orientarles a que tomen la mejor decisión de la profesión a cursar.

Y en el caso de aquellos que concluyeron su formación profesional en alguna licenciatura, conocer el grado de solidez en la instrucción, por si es necesario fortalecerla en algún diplomado, maestría o especialidad.

La idea es contribuir desde la familia a que los hijos tomen las mejores decisiones a la hora de seleccionar la carrera profesional a cursar.

O bien identificar debilidades en la formación que tuvieron y trabajar en ellas con algunos cursos adicionales con la idea de que sean mejores y exitosos profesionistas que se abran paso en la vida laboral y profesional sin tropiezos.

La cruda realidad de la educación media y superior en instituciones públicas tiene malas evaluaciones, salvo algunas excepciones.

De esa situación no escapan las escuelas y universidades particulares, incluidas las de  mejores rankings, pues no todos los alumnos aprovechan la calidad de la enseñanza, sus métodos y al profesorado.

Si hacemos una revisión exhaustiva del nivel de ocupación de los profesionistas en sus ramos, encontraremos muchas sorpresas.

Y no es que los egresados no sean quizás hombre so mujeres exitosos, sino que no están dentro de sus profesiones.

E igualmente muchos de ellos, debido a las deficiencias que no se corrigieron o enmendaron a tiempo, impidieron un mejor desempeño.

De acuerdo a la información oficial de nuestro país,  el nivel de escolaridad general de la población es apenas de 10 grados. es decir, el primero de bachillerato o preparatoria.

Fundamental, por tanto que aquellos que rebasan ese nivel de escolaridad, estén inmersos en las profesiones que dictan realmente sus talentos, capacidades y vocación.

Para que el nivel de eficiencia en los resultados sean los mejores posibles.

Porque en los hechos, más de la tercera parte de los profesionistas de nuestro país quedaron atrapados en otras actividades que poco tuvieron que ver con su formación académica.

Es una de las graves deficiencias que tiene la educación pública de México y pocas veces se repara en ello.

Pareciera que interesa más la búsqueda de incrementar el nivel de escolaridad, sin la previsión de orientar lo mejor posible para la eficiencia terminal y el desarrollo profesional sean los más adecuados.

Y que el recurso aplicado en ello, sea por tanto eficiente y rentable para un país que no alcanza a dejar de ser «en vías de desarrollo» a pesar de todas sus fortalezas naturales y ubicación geográfica.

Una educación sólida en cada uno de los niveles de enseñanza y pertinente con las vocaciones del país y su posición estratégica frente a uno de los principales mercados del mundo, debe colocarnos en una mejor posición de las economías globales.

Un país desarrollado con progreso para todos.

Una realidad que no hemos podido alcanzar y que no se visualiza en el corto o mediano plazo.

Así es que en ello debemos trabajar todos.

Desde las revisiones de tareas en la familia y las evaluaciones en cada ciclo.

Desde una mayor participación diaria en la educación que imparte cada plantel a nuestros hijos.

Desde una aportación ordinaria en las revisiones que se realizan de los planes de estudio.

Desde las visitas sorpresa y auditorías en las etapas de universitarias, cuando los educandos son «autónomos» y mayores de edad.

Desde la vinculación de los futuros profesionistas es las empresas familiares o en la revisión para valorar si traen la visión emprendedora para fomentarla.

Desde el diálogo permanente y sutil en estas últimas etapas a fin de contribuir de alguna manera a su éxito.

La buena educación, no es una tarea individual.

La buena educación y formación es una labor de equipo.

Alumno, maestros, institución, padres, planes de estudio, vinculación institucional con los sectores productivos.

Es un ecosistema en el que todos cuentan, todos deben participar de manera equilibrada y conjunta.

Solo así seremos mejores.

No deje sus cabos sueltos.

Ni todo el manos de los maestros.

Y mucho menos todo en manos del estudiante.

La mejor evaluación es la que se hace en casa, en familia.

Ahí está el primer eslabón del importante sistema educativo.

Que debe ser visto como el sistema nervioso de un país.

Si todos cumpliéramos con la misión en el ecosistema educativo, no hubiese escuelas sin agua potable, sin baños, sin bebederos, sin buenas techumbres, sin bibliotecas, sin áreas deportivas, sin aires acondicionados, sin computadoras.

No se cayeran las techumbres como ocurrió ayer en el Colegio Privado «Antonio Repiso» de Ciudad Victoria.

Tampoco tendríamos «maestros barcos», sin vocación ni capacidades para estar en el sector educativo.

Ni planes de estudio rebasados por el tiempo y con intentos de regresión de casi medio siglo.

Por tanto, hay mucha tarea por hacer para los padres de familia, los maestros que comanda Arnulfo Rodríguez Treviño y la autoridad educativa que preside Lucía Aimé Castillo Pastor.

Así como para el gobernador Américo Villarreal Anaya, quien siempre ha sido un impulsor de la educación de calidad en escuelas públicas o privadas. Fue uno de los precursores de la Universidad La Salle en Victoria.

En síntesis labor, misión o tarea de todos. No se unos cuantos. Menos cuando esos «unos cuantos» parecen ser no tan idóneos.

Salvo su mejor opinión estimado lector.