La Comuna/ Por José Ángel Solorio Martínez

Opinión

PRIAN: “Que nos entierren juntos…”

Las balas que mataron a Rodolfo Torre Cantú, cuando se enfilaba a suceder al gobernador, Eugenio Hernández Flores, también cortó la vida al PRI tamaulipeco. A consecuencia de ese hecho, llegó a ser gobernador, Egidio Torre Cantú, personaje que por resquemores al tricolor y a lo más podrido de su clase política -siempre ha sospechado que una parte del priismo regional traicionó a su hermano y lo llevó a la trampa en donde fue ultimado-, entregó el poder al presidente panista Felipe Calderón Hinojosa y a su representante en el estado, Francisco García Cabeza de Vaca.
La entronización del PAN en la entidad -y la del clan Cabeza de Vaca- golpeó estructuralmente al PRI: muchos cuadros institucionales se sumaron al poder azul abandonando a un desangrado priismo, para seguir disfrutando las mieles del presupuesto.
Tino Sáenz Cobos, Oscar Almaraz Smer, Ramiro Ramos, Sergio Guajardo Maldonado, Yahleel Abdala, Luis Enrique Rodríguez, y otros cuadros de menor potencia, se pusieron a la sombra del PAN para seguir siendo modestamente protagónicos en la política tamaulipeca.
Las consecuencias de la inmolación de Rodolfo, aún no terminan.
Ese rosario de oscuros efectos, inició con la declinación del PRI como primera fuerza política en la entidad: Egidio, como gobernador, se dedicó a debilitar al partido que lo llevó al poder, y -a decir de él mismo-, también le había quitado a su hermano.
Tanto odio sintió por el grupo que rodeó en sus días de oropel a Geño, -Ricardo Gamundi, Mario Ruiz Pachuca, César García Coronado, Manuel Muñoz Cano, Edgar Melhem Salinas, Óscar Pérez Inguanzo- que los acosó hasta llevar a la cárcel a algunos de ellos, Se habla de que ordenó escandalosas vejaciones contra el ex alcalde tampiqueño, Pérez Inguanzo en su estancia en prisión. Nadie olvida, la penosa exhibición del ex edil, por toda la ciudad, esposado en la caja de una camioneta de la policía.
¿Bajo ese asedio, quién iba a quedarse a levantar las banderas del priismo tamaulipeco?
Tuvo el PRI, dos enemigos en la pos-ejecución del doctor Torre Cantú: un panismo que deseaba demoler al tricolor en la comarca y un priismo local que se movía como proscrito por la estrategia de Egidio de acorralar a quienes consideraba cómplices en el sacrificio de su hermano.
El tercer escalón del descenso del PRI, a la segunda división de la política tamaulipeca, fue la llegada del PAN a la gubernatura del estado. Cabeza de Vaca, delineó un plan para cooptar a un priismo en abierta caída -ayudó mucho el fenómeno PRIAN: el neoliberalismo los hermanó en los niveles nacional y regional- y hacerlo su socio en la política y en los negocios que de ella derivaban.
El tercer peldaño en la bajada del tricolor de la comarca, lo configuró la victoria de la IV T en el 2018. El triunfo de AMLO, achicó al PRIAN, a grado tal que erosionó significativamente sus clientelas electorales. Más al PRI, que, al PAN; los azules, desde el gobierno estatal soportaron el maremoto lopezobradorista.
Desde el 4 de marzo de 1925 a 1929, -PNR antecedente más lejano del PRI- no se conoció una crisis estructural partidista, como la que hoy vive el otrora hegemónico, PRI tamaulipeco.
Apenas se puede contabilizar, en su haber: una alcaldía -de 43-, dos diputados locales -de 36-, cero senadores de la república, cero diputados federales -de ocho-.
¿Así, o más indigencia política?
Este 2024, será el cierre definitivo del ciclo histórico del PRI regional.
¿Podrá rehacerse quien fuera el partido más importante del espectro político estatal por casi 90 años?
La neta: no; no se ven indicios de un regreso a sus días de gloria.
Como delirantes enamorados, PRI y PAN, caminan tomados de la mano, rumbo al cadalso.
Sólo falta escuchar aquella canción de Pedro Yerena:
“Que nos entierren juntos, en la misma tumba…”