La Comuna/ Por José Ángel Solorio Martínez

Opinión

El Milei tamaulipeco

El fenómeno Milei en Argentina, ya lo conocemos los tamaulipecos. En el 2016, ganó la gubernatura, un sujeto con un rabioso discurso contra las instituciones y los personajes del priismo hegemónico que llevaron a las peores crisis de inseguridad y corrupción en la entidad. Prometió acabar con el fenómeno que su partido y sus correligionarios llevaron a límites nunca vistos, enviado a policías a USA para capacitarse; pagar salarios decorosos a los guardianes del orden y utilizar mano de hierro contra la delincuencia. Coronaba esos compromisos, con una proclama impecable: desterraría la corrupción que había entronizado el tricolor en todo el sistema administrativo gubernamental.
No cumplió.
¿Por qué le creyó la ciudadanía a Francisco García Cabeza de Vaca?
¿Por qué ese discurso evidentemente demagógico fue aceptado por el electorado?
¿Qué circunstancias generaron confianza ciudadana por un personaje que documentadamente se había comprobado había sido carne de presidio?
No hay que olvidar:
1.- Cabeza de Vaca y su candidatura a la gubernatura, llegaron en un momento de dificultades sociopolíticas estructurales. Los poderes fácticos, habían permeado el cuerpo gubernamental; la expresión más evidente de su capacidad e influencia fue el asesinato de Rodolfo Torre. El PAN, -y el presidente, Felipe Calderón- hicieron de ese hecho un instrumento de propaganda negra contra el PRI tamaulipeco, que ante los acontecimientos fue pintado como corresponsable del atentado.
El candidato panista, sólo tuvo que apretar los resortes correctos, para arrinconar al priismo y a su aspirante.
Hasta el gobernador Egidio Torre, pensaba -se dice en corrillos y se infiere por sus conductas en el gobierno- que Baltazar Hinojosa Ochoa, no estaba limpio en el asunto de la inmolación del doctor Torre Cantú.
2.- Las acusaciones del gobierno norteamericano contra el ex gobernador, Tomás Yarrington Ruvalcaba, habían creado un ambiente de linchamiento social -justificadamente- contra un priismo regional que meses anteriores quemaba incienso y lanzaba loas a quien aspirara a la presidencia de la república. El matamorense, fue detenido en abril del 2017 un año después del triunfo de Cabeza de Vaca, pero la embestida mediática en contra de él previa a su aprehensión, lo había convertido en un paradigmático personaje de un PRI que en esa coyuntura era imprescindible demoler para un PAN que se preparaba a gobernar el país por varias décadas.
En la mentalidad de buena parte de los tamaulipecos, el PRI, debía ser reemplazado de sus tareas de gobierno.
3.- La Izquierda, apenas balbuceaba. El candidato a la gubernatura de MORENA, -Héctor Garza González-, sin presencia, sin estructura partidista y sin una narrativa opositora maciza, dejó el camino al PAN, para ubicarse como la real oposición y el verdadero contrapeso a un gobierno y a un partido que se visualizaban severamente descompuestos.
El morenista, Garza González, daría muestra de su fragilidad: apenas obtendría mas de 30 mil votos; en tanto, el PRI iniciaba su descenso: 550 mil; por su parte, el victorioso PAN, lograría una cifra récord: más de 700 mil.
Así nos fue con el fenómeno Cabeza de Vaca.
Es prudente recordarlo: la historia, es la maestra de la política.
Tamaulipas, vive hoy momentos realmente trascendentes en la cosa pública.
La IV T, tiene un grande desafío enfrente.
Recapacitar, es una tarea indispensable.
Si el lopezbradorismo tamaulipeco, sigue caminando a ciegas, se puede reeditar el escenario que llevó al gobierno a uno de los actores más aviesos y perniciosos de la vida pública regional: Cabeza de Vaca.
Estamos a tiempo.

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