Al Vuelo/ Por Pegaso

Opinión

Vertical

El Hombre Araña no tiene futuro si viene a vivir a McAllen, Mission o Pharr, o si decide venirse de turista a Reynosa.

¿Hacia dónde aventaría sus telarañas, si aquí no hay edificios altos dónde gancharse?

En Nueva York, donde hay enormes rascacielos, el arácnido se pasea como Pedro por su casa, pero en ciudades donde solo hay edificios enanos y no hay señales de que pronto haya torres de más de doscientos metros, creo que Peter Parker se moriría de aburrimiento.

Claro, aquí cerca está Monterrey, donde sí puede volar de la Torre Obispado a la Koi, y de ahí a Safi Metropolitan o al Pabellón M.

Y si quiere pasarse a la Ciudad de México. Pues allá podría balancearse a lo largo de Reforma, lanzar su red hacia la Torre Mítica, pasar a la Torre Mayor y luego a la BBVA Bancomer, para hacer el aterrizaje del superhéroe en la plataforma del Castillo de Chapultepec.

Pero dejemos por un momento las historietas.

Reynosa, a pesar del paso de los años, las décadas y los siglos, sigue siendo un triste rancho.

Los edificios más altos que tiene son el de Teléfonos, por el bulevar Hidalgo, el centro médico que está sobre la calle Matamoros, el del IMSS y párenle de contar. Son construcciones viejísimas que no levantan más de 60 metros.

Recientemente, allá por el 2012, si no mal recuerdo, se construyeron dos pequeños edificios en el área de periférico que no aportan nada al skyline de la ciudad.

No quiero morirme antes de ver la primera torre de más de 150 metros en mi querida Reynosa. Yo, que soy oriundo de la Ciudad de México soy un ente completamente urbano.

Así que todo esto me lleva a la siguiente pregunta: ¿Por qué no hay crecimiento vertical en Reynosa?

A quienes les he preguntado, lo primero que me contestan es que la inseguridad ahuyenta a los grandes capitales, los que traen edificios altos a las ciudades.

También la falta de infraestructura. No tenemos puerto de altura, amplias autopistas o un aeropuerto adecuado. No somos destino turístico, no tenemos playa, ni montes nevados ni lagunas paradisíacas.

Creo que Reynosa es hermoso solo para los que lo llevamos en el corazón, pero lo cierto es que pasando de la Juárez, todo empieza a ser más bonito.

No me equivoco cuando afirmo que el crecimiento real de Reynosa comenzará cuando esas grandes empresas empiecen a tener más confianza en esta región.

Alguien por ahí dijo que los japoneses matarían por tener un kilómetro de frontera con Estados Unidos. Nosotros tenemos un tramo mucho más largo y solo tres puentes internacionales.

Aquí deberían estar las más importantes transnacionales en materia de logística. No hemos aprovechado nuestra privilegiada posición de frontera para convencer a los capitales de invertir aquí y crear un distrito financiero, con lujosas y modernas oficinas.

Sin hablar de la Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara y otras capitales del país, ciudades más pequeñas que Reynosa, como Matamoros, Nuevo Laredo, Tampico y el mismo Ciudad Victoria ya nos están ganando la delantera. Tienen un incipiente crecimiento vertical, mientras aquí los señores del dinero, los Garza Cantú, los Cantú Barragán, los Longoria y algunos otros que juegan en las ligas mayores prefieren llevar su capital a otros lugares. No tienen confianza en su propio terruño y pienso que va a pasar todavía mucho tiempo antes de que mi sueño se vuelva realidad.

Si yo tuviera unos cuantos millones de dólares de sobra, mandaría hacer un proyecto arquitectónico como el de Dubai.

Dubai era un terreno desértico, pero bajo su suelo yacen grandes cantidades de petróleo y gas, igualito que en Reynosa, solo que allá sí lo saben aprovechar.

Tengo un amigo, don Ricardo M. que, en sus fantasías, asegura que conoció al Emir de Dubai y le dio la idea para hacer de ese poblado el emporio turístico y de negocios que hoy es.

Es más, en 1990 llegó a Reynosa un veracruzano chaparrito, güerito y dicharachero llamado Patricio Mora. Traía el proyecto de un casino tipo Las Vegas para Reynosa y otros más para Acapulco, Cancún, Los Cabos y Vallarta.

La idea surgió en una plática con un amigo suyo, dueño de un casinito charchino precisamente de Las Vegas: Gestionar ante diputados y senadores los permisos necesarios para establecer grandes resorts con casino y hoteles de 7 estrellas en puntos escogidos de la geografía nacional, donde se incluía a Reynosa.

A final de cuentas, los vivillos legisladores aprovecharon para ganar millones de pesos gracias a que autorizaron pequeños casinitos que son desplumaderos de viejillas amargadas.

Si hubiera cristalizado el proyecto original, ahorita Reynosa fuera algo muy diferente.

Termino con el refrán estilo Pegaso que dice así: “El verbo haber en tiempo pretérito imperfecto carece de existencia”. (El hubiera no existe).