Los olivos de Reynosa

Opinión

Por Oscar Díaz Salazar

A pocos metros del palacio de gobierno de San Luis Potosí, hay un restaurante en el que sirven un café delicioso, sobre todo si lo acompañas con un «chocolatin» de masa madre.

El lugar es un edificio de arquitectura colonial, muy probablemente construido en esa época, y muy bien conservado o restaurado, de tal forma que parece recién construido.

La fachada principal y la del patio interior, esta revestida de cantera rosa. Al centro de la terraza donde nos sirvieron un café delicioso de Chiapas, el elemento decorativo que presumen con orgullo los meseros y administradores del lugar, es un árbol de olivo centenario, que recientemente trajeron de un vivero de Aguascalientes.

A pesar de que me gustan los árboles, – arbustos, cactus, plantas de ornato, etc.- debo confesar que no comparto el mismo entusiasmo de los «conocedores», que aprecian la belleza en un árbol de troncos retorcidos, asimétricos, de follaje caprichoso (aparece aquí y allá), de colores más bien opacos.

De ese árbol, de ese café y de ese viaje a la capital potosina, que hice por allá del 2021, me acordé en estos días en los que tuve la necesidad de transitar por varios rumbos de Reynosa y que pude apreciar la reforestación que realiza el gobierno municipal en varios camellones y plazas, precisamente con árboles de olivo de muy buen tamaño, árboles adultos.

El olivo tiene su atractivo y tiene su simbolismo, que tal vez por esa herencia española que los mexicanos no acabamos de procesar, es que no valoramos ese árbol representativo de la madre patria.

Regresando con Reynosa, les comparto mi «visto bueno», – que por supuesto en necesitan ni solicitaron -, a las autoridades municipales que decidieron invertir (y debe ser una buena lana) en árboles, en ornato, en embellecer nuestra ciudad, una ciudad que reconocemos «poco agraciada», pero que poco hacemos por chulearla.