AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

COCHAMBROSO

¿A quién le extraña que Trozo, El Payaso Cochambroso sea un majadero de mierda?

¡A nadie, hombre!

Sola hay un tipo que notó la sutil diferencia entre el Trozo de hoy y el de hace una década, cuando le echaba flores: ¡ALMO!

Si antes le decía “primo”, ahora le dice “dictador”.

A esto, el cabecita de algodón, mejor conocido como “El Rorro de Macuspana”, le respondió con un pujidito y una lágrima a punto de salir: “Si fuera dictador, Trozo no pudiera decir lo que está diciendo”.

(Se asoma Pegaso a La Mañanera y responde: “No, Pejidente. Nada más eso te falta para serlo. Ahorita apenas eres un aprendiz de dictador, el de los otros datos, el intolerante, el que no acepta otras opiniones que no sean las suyas”).

Para darnos una idea de quién es el siniestro personaje chayotero y neoliberal al que se refiere ALMO, tenemos que ver sus antecedentes.

Dice la Wikipedia que Trozo “es un personaje creado e interpretado por el comediante mexicano de información política Víctor Trujillo (¡Ah, cabrón! Hasta ahorita voy sabiendo que existe esa profesión). Se ha convertido en su principal alter ego entre su repertorio de personajes.

Se trata de un payaso coloquial, dicharachero, indigente, decadente, crítico, alburero, conductor, periodista, actor de doblaje y analista político.

Víctor Trujillo tenía en mente la idea de un payaso que fuera radicalmente opuesto al estereotipo clásico del personaje de carácter dócil, alegre, colorido y de humor blanco e infantil, por uno mal vestido, amargado, arisco y con un humor ácido para adultos. En sus propias palabras, Trujillo ideaba a un payaso “para divertir borrachos”.

Yo agregaría que el mismo nombre de Trozo alude a un payaso muy famoso en los sesenta y setenta, que salía en programas infantiles de Monterrey, llamado Bozo, El Payaso Amistoso.

Sus primeras apariciones se caracterizaban por su humor ácido dirigido al público adolescente y adulto.

Solía contar historias en programas televisivos y casi siempre empezaba diciendo:

-Mis chamacos, ¿quieren que les cuente un cuento?

-Y el público contestaba a coro: ¡Noooo!

-¿Quieren que les cuente un cuento?

-¡Noooo!

-¿Quieren que les cuente un cuento?

-¡Noooo!

-Pues ahora se amuelan, porque de todos modos lo voy a contar.

Más adelante cambió la palabra “se amuelan” por “se chingan” y así empezó a evolucionar el lenguaje de este cochambroso personaje que hoy causa prurito, ñáñaras y váguidos al inquilino del Palacio Nacional.

A mí no me extraña para nada el uso de lenguaje tan florido. Hay que tomar en cuenta que el idioma español y la jerga que se mastica en México, principalmente en el centro del país, conocida como caló, es de las más descriptivas.

No hay nada como dirigirle a alguien una buena mentada de madre para tener una catarsis. Es como enviarle al destinatario toda nuestra carga negativa.

Trozo, junto con otros connotados personajes del mundo de la comunicación como Loret de Mula, El Tícher López Tóriga, Circo Gómez Leiba, Adela Michiau y muchos otros, tenían ingresos millonarios que cobraban mensualmente.

No me atrevo a decir que eran chayotes, sino abultados contratos con los gobiernos en turno, llevándose el 99.9999999% del presupuesto de la Presidencia de la República para Comunicación Social y a los periodistas de provincia prácticamente nos dejaban en calzones.

Todo eso cambió cuando llegó el cabecita de algodón y, en venganza por tantos ataques durante su larga campaña de 18 años, los dejó fuera de los contratos publicitarios.

Por eso todos ellos lanzan diatribas, acusaciones, dicterios, ditirambos, mentadas, víboras y tepocatas prietas en su contra.

Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “La acémila se abstenía de ser bravía; los maderos produjeron tal efecto en ella”. (La mula no era arisca; los palos la hicieron).