Mario de la Garza

Opinión

La mera trompa del tren

Desde que vio sus primeras luces en Linares, Nuevo León, Mario de la Garza fue cuate. Fue cuate (gemelo), y con el paso de los años, en Linares y en Ciudad Victoria, donde se estableció posteriormente, fue cuate de muchas personas, entre las que me cuento desde hace más de veinte años.

La política y el periodismo fueron las actividades que me llevaron a conocer al polifacético empresario que consolidó su patrimonio vendiendo libros, enciclopedias y publicaciones.

En cada una de mis visitas a la capital del Estado, pasaba a saludar a «la mera trompa del tren», como le llamaban sus empleados, a los que siempre dio trato de amigos, de familia. No sé si a todos trataba con esa generosidad que me dispensaba a mí. A pocos minutos de mi llegada, luego de los saludos de rigor, me invitaba a almorzar o comer, y si la visita era en su palapa, invariablemente daba instrucciones a sus ayudantes para comprar unos «pellejos para Oscarito», con las respectivas cervezas y/o güisqui.

En la palapa de «Los Tigres del Norte» (donde había puros corridos, según su propia descripción) le brindó alojamiento a más de un amigo que tenía problemas y necesitaba un lugar para vivir. Yo mismo pernocte en varias ocasiones en ese departamento, cuando la parranda se extendió más de la cuenta y Mario no permitió que manejara en esa condición.

Su educación formal fue mínima, pero de su formación y sus valores tengo muchos recuerdos, particularmente del respeto que tenía por los padres y en general por los «mayores».

Mario de la Garza era bueno para las relaciones públicas. Me atrevo a decir que Mario de la Garza era bueno, así sin atenuantes, adjetivos o condicionantes.

En más de una ocasión me platicó que me tenía mucho aprecio y que valoraba que yo siempre le eche porras y creí en él, en su faceta de empresario de medios. Agregaba que sus cercanos le decían que el no servía para el periodismo, porque era bueno y todos lo querían y que para esa actividad se ocupaba ser y actuar de otra manera.

En La Pista de la información coincidimos muchas veces, en la redacción y en las páginas en las que generosamente publicó mi columna en varias temporadas.

Tras varios meses de padecer por su salud, y a pocos días de cumplir 67 años, el corazón inmenso de mi amigo Mario de la Garza, dejó de latir.

Abrazo a la distancia a Mario de la Garza Junior.

Saludo con respeto a familiares y amigos.

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