REFLECTOR/ Por Gilda R. Terán

Opinión

“El Coronel, no tiene quien le escriba”.

Reflector/ Gilda R. Terán.

Cuando leí por primera vez la narrativa, que conocemos como “El Coronel no tiene quien
le escriba” pude percibir que la esperanza nunca fenece, y es que es toda una odisea que
vive el personaje central para mantenerse a flote con sus valores, y convicciones en
momento adversos.
Es así, que el escritor GABO, refiere que: el Coronel es un hombre ya de larga edad, y
quien sirvió en la guerra de los mil días a las órdenes de Aureliano Buendía, quien vive
junto a su mujer que por cierto es asmática y quejumbrosa, y ellos viven en una modesta
casa de la costa colombiana.
Y desde hace quince años espera que le asignen una pensión, a la que tiene derecho por
haber servido durante la revuelta civil, es por eso que todos los viernes va a la oficina de
correos del puerto, con la esperanza de ser finalmente notificado de esta prestación
económica.
Pero la situación financiera del veterano y su esposa es precaria, y apenas tienen para
alimentarse, además de que tienen un gallo de pelea, heredado de su hijo Agustín, quien fue
asesinado por repartir información clandestina.
Y bueno, en la alimentación de esta ave se va el poco dinero que tienen, así que se ven
obligados a vender las pocas cosas de valor que conservan para poder comer, su mujer, sin
embargo, lo convence de que lo mejor es deshacerse del animal.
El coronel, entonces, intenta regalarles el gallo a los amigos de su hijo, pero estos se niegan
a aceptarlo y le aseguran que se encargarán de alimentarlo hasta las peleas de enero, en la
que esperan ganar mucho dinero gracias al animal que, aseguran, es el mejor en estas lides.
No obstante, su compadre don Sabas, hombre rico y ambicioso, y que además es padrino
de su difunto hijo, le aconseja que venda el gallo, pues le podrían pagar hasta novecientos
pesos, y le comenta que tiene un cliente que podría estar interesado en comprárselo por
cuatrocientos.
Pero, el médico, enterado del negocio, disuade al coronel de la venta, ya que don Sabas
pretende extorsionarle con esta venta, de todos modos, el tendrá varios días para tomar una
decisión.
Y un viernes, de camino a la oficina de correos, el coronel recuerda que han comenzado los
entrenamientos del gallo para las peleas de enero y pasa por la gallera, entonces ve cómo
una multitud aplaude y ovaciona a su animal.

Ya el entusiasmado por la escena, toma la determinación de no venderlo, y se lo lleva a su
casa, aunque su esposa lo recrimina por su decisión, le llama la atención sobre la miserable
situación que están pasando, a lo que el coronel responde de manera categórica y
memorable.
Como verá usted, esta es una narración que reflexiona sobre la esperanza y la resignación,
sobre las consecuencias de mantener los principios y la dignidad personal en una sociedad
corrompida.
La esperanza siempre está acompañada de emociones positivas como el entusiasmo, la
felicidad y la confianza, y eso nos permite ser más amables y amorosos primero con
nosotros mismos, y después con los demás, además de que nos facilita sentir menos estrés
ante los obstáculos de la vida, los cuales vemos más fáciles de superar planteándonos metas
y objetivos por alcanzar.
Dice el refrán que la esperanza muere al último, por lo que podemos decir que es una parte
esencial de la vida, además que en el plano espiritual, nos conlleva a conectarnos con Dios,
en donde encontramos el amor incondicional, eterno y real que existe, confiemos
profundamente en sus palabras y esperar alegremente en Él.
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.
Jeremías 33:3.
Nos vemos hasta la próxima.
gildateran@yahoo.com

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