La Comuna

Opinión

 

José Ángel Solorio Martínez

Tamaulipas y el noreste mexicano, es territorio de violencia. Por más de una década, la mayoría de las familias que habitamos esta región, hemos sentido en carne propia los efectos de esa virulencia. Para unos, las agresiones han sido en sus bienes; para otros, en su entorno más íntimo.
La frase de Andrés Manuel López Obrador, abrazos no balazos, en el fondo, es la estrategia de privilegiar el combate a las causas de la inseguridad y operar las tácticas coercitivas, sólo como una medida extrema.
No hay gobernante mexicano, que no haya manejado en sus discursos lo útil que son para mitigar los impactos de la violencia, la Cultura y el Deporte –así: con mayúsculas–. Lamentable, todo ha sido eso: una retórica hueca y hasta cínica.
Hasta ahora, en nuestra región, ninguna instancia de gobierno –municipal, estatal o federal–ha invertido para generar la multiplicación de creadores y deportistas tamaulipecos.
Coahuila y Nuevo León, uno priista y otro panista, están en similares circunstancias.
Hay creadores; y hay deportistas.
Algunos, de niveles excepcionales.
Varios garbanzos de a libra, han nacido bajo el esfuerzo personal y de sus familias; no por los apoyos institucionales.
Lamentable, que los tamaulipecos –centro de ese triángulo fatídico de entidades– estamos en medio de una refriega en donde a diario se reparte metralla, al mismo tiempo de vivir sobre una infraestrucura cultural –museos, edificios, escuelas de artes– en demolición y sin el menor interés gubernamental por trazar líneas de mejoramiento.
Creo, que la IV T, lejos de superar la visión comercial, mercantilista y patrimonialista de la Cultura y del Deporte impulsada por el panismo y el priismo, se profundizó con la llegada de Manuel Raga y Brenda de la Cruz López.
¿Por qué no nos informa el gobierno, el estado real que guarda la Cultura y el Deporte tamaulipecos?
¿A dónde ha ido a parar tanto recurso que con tanta dispiscencia manejan y manejaron Raga y doña Brenda?
¿No es un delito de lesa humanidad, robar los recursos que tendrían como fin disminuir los ejércitos de reserva de los grupos antisociales en la comarca?
Raga se fue como si nada: nadie le fincó responsabilidades.
Se retiró como si hubiera hecho un extraordinario trabajo y los tamaulipecos y su gobierno, debamos felicitarlo.
Igual, la altamirense Brenda: su esposo, sigue recibiendo estipendios de la Dirección de Cultura y hasta ahora, continua con una abultada lista de aviadores a los cuales entrega sólo una pequeña parte de su salario; se entiende: la tajada del león, se la lleva ella.
Tan en quiebra está esa dependencia, que los Centros Culturales de Reynosa, Nuevo Laredo y Ciudad Victoria, se caen a pedazos –se ha agravado con estas lluvias– en tanto se rentan con singular alegría para eventos frívolos que comunican todo, menos asuntos, principios y valores culturales.
La señora Brenda, ha transformado los espacios culturales tamaulipecos, en un estanquillo particular.
¿A dónde van a parar los cobros por el uso de esos espacios que debieran ser públicos?
Tanto Raga como Brenda, acabaron con fondos para atletas y artistas sin el menor pudor. Decenas de competidores a eventos atléticos nacionales, se ausentaron por la falta de patrocinio oficial; y en Cultura, la altamirense, terminó borrando el fondo editorial –en más de dos años, no ha editado una sola cuartilla– para reencauzar ese presupuesto a la cobertura de parásitos laborales y sinecuras para su consorte.
Ya es tiempo, que diosito ilumine a la IV T tamaulipeca…
…y que la presidente Claudia Sheinbaum, no nos olvide.