CUADRANTE POLITICO

Opinión

POR FERNANDO ACUÑA PIÑEIRO

UNA TARDE DE HISTORIA Y FUSILAMIENTOS

Viejo Padilla pueblo de visiones surrealistas, y de paradojas eternas en la memoria de la nación: aquí entre una vegetación agreste, y las ruinas de un esplendor urbano arrasado por las inundaciones, coexisten los dos nombres que sellaron la independencia de México, en el inicio del siglo XIX.

Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide. Ambos Generales de ejércitos antagónicos se abrazaron el 10 de febrero de 1821, en Acatempan Guerrero para consumar la liberación del yugo español. Solo que hoy, al primero se le guarda respeto y pleitesía como héroe nacional. La presa más importante de Tamaulipas, lleva su nombre. Y al segundo se le considera un traidor a la patria, fusilado sin mayor trámite.

Así de extraña, inflexible y fría suele ser la historia.

Doscientos años después, aquí en Tamaulipas, los contrapuntos de dos posturas políticas y estrategias sociales irreconciliables siguen existiendo. La 4T humanista en alianza con el pueblo y a favor de la transparencia y la honestidad. Y en el otro extremo, un catecismo derrotado por el voto ciudadano que traiciono los intereses de las mayorías. Y dejó huellas de corrupción, de intolerancia política y cero rendiciones de cuentas.

Unos cuantos kilómetros antes de llegar a Nuevo Padilla, hay una carretera que conduce al silencio de un pueblo ahora exhumado por la sequía, pero que hace cincuenta años fue sepultado por el agua. Avanzamos por un camino asfaltado de dos carriles estrechos, en medio de una vegetación espinosa de arbustos y matorrales.

Aquí tiene Tamaulipas su acta de nacimiento. El siete de julio de 1824, quedó integrado el primer Congreso Constituyente de Las Tamaulipas. Fueron once diputados propietarios y cuatro suplentes. 200 Años después, en este mismo lugar la soberanía legislativa tamaulipeca, sesionó este fin de semana con 26 integrantes.

Doscientos años de historia marcada por el regreso de Agustín de Iturbide, descubierto por su destreza de montar a caballo, se habla de un corcel azabache. Lo detuvieron y ahí en la orilla de una plaza donde aún se pueden ver algunas baldosas desgastadas, fue fusilado sin miramientos a sus 41 años de edad.

En 1970, esta villa (que había sido fundada por José de Escandón, y cuyo nombre se le asignó para honrar a la esposa del Virrey de Revillagigedo y su esposa María Padilla), fue sepultada por las aguas de los ríos Corona y Purificación.

A la orilla de un vaso lacustre que se repone lentamente de su agonía, Viejo Padilla mantiene en pie, los vestigios urbanos de su cabecera municipal. Junto a la iglesia y otros edificios emblemáticos las almenas amarillentas de este pueblo fantasma apuntan como flechas eternas hacia un cielo de nubes aborregadas.

Hasta ahí llegamos este sábado por la tarde, para acudir a la celebración del Bicentenario tamaulipeco, organizado por el gobierno del doctor Américo Villarreal Anaya. Hacia las 4 de la tarde, empezaron a arribar a este lugar, cientos de vehículos con la clase política morenista: legisladores, alcaldes, diputados federales, senadores, servidores públicos.

El plato fuerte de la celebración se dio por parte del Poder Legislativo y su Presidenta Úrsula Salazar Mójica quien se perfila para repetir como Presidenta dela LXVI Legislatura. Obviamente, la figura central lo fue el gobernador Villarreal Anaya, y como invitado el Presidente del Poder Judicial, el reynosense de fierro cabecista David Cerda Zúñiga.

El evento conmemorativo dio inicio un poco más tarde de lo programado. El discurso de Úrsula fue breve, pero no dejó pasar la ocasión para señalar el pasado inmediato de corrupción. Por su parte, el titular del Ejecutivo estatal hizo un puntual recuento histórico del bicentenario tamaulipeco, haciendo hincapié en las tentaciones imperialistas de Iturbide.

Al inicio se entonaron los himnos nacionales y del escudo de armas de Tamaulipas. Estábamos bajo una poderosa estructura metálica cubierta con cielo plástico y persianas, todo blancura y pulcritud.

Muy cerca de nosotros, a escasos cincuenta metros, se podía ver la orilla del agua de la presa “Vicente Guerrero”. Por cierto, su nivel, según la CONAGUA, rebasa el 45 por ciento.

Ahí en ese lugar habíamos poco más de mil personas. Y en otro pabellón igual de ornamentado y excelentemente presentable, estaban dispuestas desde temprano, más de un centenar de mesas circulares. Ahí también había un igual número de invitados ya instalados y esperando el convite.

Eran ya casi las 7:45 de la tarde, cuando las figuras estelares del evento, encabezados por el gobernador caminaron hacia una pequeña glorieta para develar una placa histórica, en honor de la celebración del Bicentenario de Tamaulipas.

Destacó en este acto, la participación de una mujer, sobreviviente de la inundación del Viejo Padilla en 1970. Ella habló con mucha emotividad de sus vivencias, hace medio siglo, y dijo que nunca pensó regresar a este lugar donde nacieron sus hijos.

Al concluir, hubo una cena donde se sirvió una rica barbacoa, y otros platillos de la región.

Es muy sintomático que a raíz del triunfo morenista de este dos de junio, el titular del Poder Judicial estatal, amigo cercano de Francisco García Cabeza de Vaca ahora sí está acompañando a los otros dos poderes, (El Gobernador AVA y la Presidenta del Congreso Úrsula Salazar Mojica) a todos los eventos donde se le convoca. De inmediato se ve que el reynosense Cerda Zúñiga ya siente pasos en la azotea. La pregunta es si ya dio su brazo a torcer, o se trata de una simulación para engañar al enemigo.

Habrá que verlo.

Por otra parte, eventos como el de este sábado por la tarde, en la Presa “Vicente Guerrero”, forman parte de la emergente cultura histórica impulsada por el gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador en el país. Y en la cual Tamaulipas ocupa un lugar más que relevante.

Como ejemplo basta destacar la investigación y repatriación de los restos del tamaulipeco Catarino Erasmo Garza Rodríguez, un guerrillero y periodista que se enfrentó al régimen de Porfirio Díaz. Y tuvo que emigrar a Centroamérica. En el 2016, el Presidente AMLO escribió un libro sobre él, con el título: “Catarino Erasmo Garza Rodríguez, Revolucionario o Bandido”. Ya como Presidente de la república, AMLO envió a un grupo de militares mexicanos a Panamá, para traer de regreso sus restos al país.