Clara García Sáenz
Siempre he disfrutado el inicio de clases en la Universidad, porque además de que
el campus se llena de vida con tanto movimiento, quienes tenemos muchos años
recorriendo sus pasillos experimentamos la sensación de la eterna juventud,
porque cada año llegan jóvenes a ocupar los espacios que otros, ya graduados
han dejado e ingresan con nuevas aspiraciones, sueños, quimeras y emociones.
Entonces no hay lugar para el tedio, el agotamiento, la rutina, porque el impulso
con que los jóvenes llegan alcanza para contagiar a cualquiera.
La alegría en el campus universitario se palpa en sus aulas, sus cafeterías,
en los pasillos de las facultades, en las áreas de descanso y eso nos hace sentir a
los profesores vivos, útiles, acompañados, más allá de servir como espontáneos
en eventos de corte político o infantil. Estar dentro de las aulas nos regresa la
esperanza en la humanidad, nos hace sentir la alegría de lo que significa ser
profesor universitario. La vitalidad de los alumnos contagia, cuando nos preguntan
de que trata la materia que impartiremos, nos cuentan sus vacaciones, nos
preguntan qué haremos este semestre, nos platican las cosas que hicieron en
casa y cuáles son los temas que les interesan.
Su alegría va más allá de la impaciencia que los profesores podamos tener
para sentir la verdadera transformación de la universidad pública con inscripciones
gratuitas, comedores para los estudiantes, dispensarios médicos suficientes y
sueldos dignos. Atrás quedaron los tiempos de la pandemia donde el campus lucía
vacío a pesar del inicio de semestre; dos años sin alumnos y el regreso paulatino
a la normalidad permite valorar esa eterna presencia de la juventud en la
Universidad, esencia, razón, origen y fin del ejercicio académico universitario.
Encontrar el aula llena, con el 100% de asistencia de los alumnos tanto de
nuevo ingreso como en el reingreso alienta el quehacer docente, así como la
buena noticia que la química farmacobióloga experta en educación Rosa Issel
Acosta, quien es secretaria académica de la Universidad Autónoma de Tamaulipas
desde el 2018 dio respecto a que la matrícula se incrementó en un 15 % en esta
Casa de Estudios.
Sin duda existen muchas necesidades en la UAT, pero más allá de poner el
énfasis en ser una verdadera familia académica, no cabe duda de que la fortaleza
de la institución se encuentra en los jóvenes universitarios con grandes
aspiraciones de ser profesionistas, manteniendo vivas la esencia y la razón ser de
esta Casa de Estudios.
Deseo que el impuso de su presencia en el campus universitario sirva para
renovar la vida universitaria y nos alcance para llevar con éxito los proyectos que
nos hemos trazado para lo que resta del año; espante el terror laboral de los
despidos sorpresivos, se atienda la desigualdad salarial, se corrija la falta de
garantías para los empleados de confianza, se acaben los privilegios e inicie la tan
esperada trasformación.
E-mail: garciasaenz70@gmail.com