La Comuna

Opinión

 

Una oposición sin vitamina

José Ángel Solorio Martínez

Uno de los grandísimos errores de la oposición nacional a la IV T, es la ausencia en sus filas de la autocrítica. Se han estado equivocando, permanente y consistentemente desde el 2018, año en que triunfa el proyecto de Andrés Manuel López Obrador. Lo malo para ese importante núcleo de mexicanos y bueno para los cuatroteístas, es su resistencia al cambio. No desentrañaron el mensaje esencial que les envió el pueblo en las urnas: basta de neoliberalismo.
Los diversos panismos –incluso sus intelectuales orgánicos– se plantaron en las añejas e ineficaces tesis políticas: AMLO, el mesías tropical; llevará al país a la dictadura; no alcanzará el dinero del erario para instrumentar los planes de desarrollo del lopezobradorismo y será lo mismo que los gobiernos antecesores.
Decían a la vez: imposible salir del cerco de la ideología neoliberal; el mercado es una entidad totalizadora que incluso, puede digerir y desplazar al Estado.
Se mofaron cuando AMLO, aseguró poder ahorrar hasta 500 mil millones de pesos anuales con sólo un gobierno honesto y austero.
Los anti-AMLO, tenían razón: no se podía recuperar medio billón de pesos, ¡se pudo ahorrar más!
Se preguntaban:
¿De dónde saldrá el dinero para dar pensiones a los adultos mayores, a estudiantes, a madres solteras, a discapacitados y otros grupos sociales vulnerables?
Como dicen en el ejido: del mismo cuero, salen las correas.
(El SAT de López Obrador, ha dado muestras de la generalidad de la Ley: todos pagamos impuestos. El resultado, decenas –¿centenares?– de empresas que no cubrían sus obligaciones fiscales, actualmente pagan al año hasta 30 mil millones de pesos. ¿Ahora se explica, de dónde salen tantos fondos para el apuntalamiento de la política social?).
El triunfo de Claudia Sheinbaum exhibió a una oposición reacia a la adaptación y obstinada en sus propuestas fallidas: en lugar de moverse al centro con su narrativa, se fue al extremo de la derecha.
Pensaron que México era Argentina.
Creyeron que un Milei, bastaría para aplastar la vocación anti-neoliberal del movimiento conducido por AMLO. Sólo les faltó la base social que permitió a un engendro como el hoy presidente argentino, derrotar al movimiento progresista: una profunda crisis económica y una desaseada izquierda que se dedicó a las dilatancias del poder.
La derecha, enfrentó a Sheinbaum con las mismas recetas que combatieron a López Obrador. Esta vez, con más sustancia derechista: se proclamaron por la eliminación de la política social del presidente y llamó holgazanes a los beneficiarios de esos programas de bienestar.
La más derechista de todas las proclamas derechistas, fue la enunciada por la candidata presidencial, Xóchitl Gálvez al afirmar que su gobierno desaparecería todos los apoyos a los grupos sociales desprotegidos.
Luego, en plan demencial, dio a conocer la desaparición de varias refinerías petroleras, porque venía la época del fin de los combustibles fósiles. (Los verdaderos expertos, creen que el cambio se dará en al menos 50 años, toda vez que los derivados del petróleo siguen siendo irreemplazables para la industria y el comercio).
La actitud del panismo en los recientes debates en el Congreso y el Senado, muestran la poca vocación de autocrítica para su desarrollo. Su discurso sigue empantanado en ideas derechistas de lo más ineficaces y delirantes. Insisten en llamar dictador a AMLO; machacan que las mayorías en los parlamentos fueron fruto de un fraude y no una orden ciudadana; subrayan que vamos a estar como Venezuela o Cuba y a gritos y sombrerazos pretenden frenar los debates y las discusiones en el Poder Legislativo.
Para ponderar la estatura y calidad de la oposición, basta escuchar las retóricas de Mako Cortés y de Alito Moreno.