POR Jorge A. Pérez González.
En plena campaña del 2018 se presentó la primera denuncia formal ante la entonces PGR contra Ricardo Anaya, los gestores fueron sus antiguos correligionarios miembros del mismo Partido Acción Nacional, encabezados por uno que en su apellido llevaba su destino marcado: Ernesto Cordero.
No hace falta recordar que aquél que tiene gran parecido físico con ‘Mr. Bean’, aspiró, suspiró y sucumbió a sus deseos muy personales de ser el ungido por su partido para contender por la Presidencia de la República.
Las historias políticas siempre tienen como antagonista un traidor, esto no es nuevo ni lo era entonces, basta seguir la historia de la bolsa de pan de dulce donde le entregan supuestamente dinero al hermano del Presidente actual de México.
Lo mismo sucedió entonces, alguien cercano y con la suficiente habilidad de investigador, buscó el origen de los dineros, juntó las evidencias y presentó la denuncia formal, algo que no ha sucedido con el caso de Pío, pues la denuncia fue mediática, es decir se presentó ante los medios, no con el fin de encontrar justicia, sino simple y llanamente para cuestionar los esfuerzos anticorrupción del actual gobierno.
Ustedes se preguntarán, ¿Cómo fue posible que aquella denuncia prosperara? Pues para responderse, tal vez se tenga que hacer análisis de las circunstancias políticas de entonces y comprender el reparto de prebendas que se hace desde el centro del poder político, pero también los acuerdos cupulares.
Algo se le salió de control a Felipe Calderón en aquel entonces, pero no fue desde la oposición, sino que el terremoto dio inicio en las entrañas de su propio.
El PRI y el PAN sabían que Andrés Manuel López Obrador buscaría de nuevo el triunfo, el seguimiento a su Movimiento de Regeneración Nacional lo hacía evidente, por lo que fue necesario encontrar el medio para descarrilar el proyecto.
Desde el centro del poder se hicieron las alianzas y los compromisos para que en una jugada de tres bandas, el candidato del PRI fuera uno del PAN, con la idea de que la alianza no reconocida fuera virtualmente acogida.
El PRI cumplió, se desgastó en su interior con la decisión, pero colocó a José Antonio Meade Kuri-Breña como su abanderado, lo único que tenía que hacer el PAN era colocar un aspirante a modo, como lo hizo en la anterior elección y ese era nada menos que Cordero.
12 años de poder del PAN a cambio de 12 años de poder del PRI, muy sencillo, muy justo para las partes y además pactado.
Pero la ambición del joven talento que hablaba varios idiomas y que pusieron al frente de Acción Nacional terminó por dar al traste con los acuerdos cupulares, Anaya se sintió adorado, los panistas auténticos embelesados y Calderón perdió el poder, tanto que terminó renunciando a las siglas.
El resto es historia, el PRI anuncio su derrota al nominar a uno del PAN éste a su vez la sentenció al atomizar el voto para dar paso a una elección de 3, en la que MORENA se alzó con la victoria.
En perspectiva debemos de reconocer que el toma y daca de los dos partidos más antiguos de México les dio la oportunidad de mantener el poder por 18 años adicionales, sin la verdadera voluntad popular.
La sociedad sigue confundida, todavía no se entiende como las argucias legales impiden la aplicación de la justicia, la oposición sigue extraviada, todavía no encuentran la luz en pleno día, deberían de hacer lo que Diógenes en la antigua Grecia, recorrer las calles de México todos los días, con una lámpara de aceite encendida, buscando un hombre honesto, para después en la noche dormir plácidamente.
Esto tal vez le dé a la oposición extraviada la oportunidad de entender que no es lo mismo pedir justicia que interceder POR LADRONES.
Jorge Alberto Pérez González
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