SEMANA SANTA, TIEMPOS DE REFLEXIÓN

Opinión

Por Luis Enrique Arreola Vidal.

En Semana Santa, el calendario invita a mirar hacia adentro. A reflexionar. A limpiar el templo de los mercaderes, como dirían los textos sagrados.

En Tamaulipas, ese tiempo de introspección parece haber alcanzado también los pasillos del poder: el gobernador Américo Villarreal Anaya se apresta a renovar profundamente su gabinete.

Del silencio a la acción.

Las recientes salidas de figuras clave como Lucía Aimé Castillo (Educación) y Adriana Lozano Rodríguez (Finanzas) no han pasado desapercibidas.

Pero esta vez, algo distinto se asoma: no se trata de relevos cosméticos ni de ajustes técnicos, sino del inicio de un viraje institucional más profundo.

Pero en política, el silencio no purifica: corrompe. Las salidas de Lucía Aimé y de Adriana Lozano no fueron simples ajustes administrativos.

Fueron señales de alerta de un sexenio que prometió ética pública y hoy apenas administra crisis internas.

El caso de Adriana Lozano, funcionaria con una trayectoria impecable de más de 20 años en el SAT, marcó un punto de inflexión.

La salida dejó al descubierto dinámicas internas que exigían una intervención urgente: presuntas extorsiones, adjudicaciones amañadas y cobros indebidos operaban bajo el amparo de un personaje que fungía como subsecretario y realizaba estos actos a nombre de la secretaria.

El gobernador, empezara a remover piezas, y estará enviando por fin el mensaje que muchos esperaban: la tolerancia se ha acabado.

La riqueza inexplicable: el pecado capital.

Las señales no terminan ahí. En lo que va del sexenio, al menos cinco funcionarios de primer nivel y sus familiares cercanos han adquirido propiedades en zonas residenciales de lujo en Tamaulipas y Nuevo León, así como vehículos de alta gama valuados en millones de pesos.

Entre los casos documentados:

• Un director general —cercano al círculo de Américo— compró una casa en San Pedro Garza García con valor de varios millones de pesos y vehículos de alta gamma.

• Manuel Maldonado, Director Administrativo de Comunicación Social, debería transparentar sus patrimonio que ha adquirido en los últimos años. Pero tal vez no lo haga porque desconoce los lineamientos, o porque, como dicen algunos, se durmió en el curso que dio la Contralora y el Auditor Superior sobre el honesto manejo de los recursos.

• Y el patrón es evidente: todos ocultan su patrimonio y el origen de este.

Todo esto ocurre bajo la vigilancia pasiva de una Contraloría que no investiga, una Auditoría Superior que calla, y un Congreso local que actúa más como sacristán del Ejecutivo que como contrapeso republicano.

Desde 2022, al menos siete altos perfiles han sido removidos o señalados, entre ellos:

• José Ramón Silva (Energía), vinculado a presuntas redes de huachicol en Altamira.

• Jeancarlo Boneta (DIF), sustituido sin explicación pública.

• Gerardo Illoldi (Trabajo), investigado por la contraloría y señalado por cobros irregulares en inspecciones, aún en funciones pese a denuncias formales.

El tsunami necesario.

Los cambios que vienen tras Semana Santa no deben verse como una tormenta política, sino como una oportunidad de depuración.

Porque ningún proyecto de transformación puede sostenerse con funcionarios que se enriquecen en lo oscuro ni con estructuras que toleran la simulación.

Si el gobernador está decidido a corregir el rumbo, la ciudadanía también sabrá distinguir entre las purgas simuladas y los actos verdaderos de justicia.

Resurrección política o liturgia del poder.

Jesús Lavín Verástegui en Finanzas y Miguel Ángel Valdez en Educación representan una nueva etapa. Personajes con la confianza del Gobernador, pero con el desafío de reconstruir la confianza pública. Su éxito dependerá no de obedecer consignas, sino de aplicar principios. De comprender que el cargo no se hereda ni se simula: se ejerce con integridad.

A mitad del camino, con el desgaste natural del poder y los cuestionamientos crecientes, puede optar por aferrarse a los viejos hábitos… o apostar por una verdadera resurrección institucional.

Y si decide lo segundo, más le vale hacerlo con la firmeza de quien no tiene nada que ocultar, y con la esperanza de quien sabe que aún es tiempo de redimir el proyecto que prometió.

La esperanza no está muerta.

La ciudadanía no exige milagros. Exige congruencia. Y si esta Semana Santa marca el inicio de una nueva etapa para Tamaulipas, será porque el gobernador comprendió que la transformación no empieza en los discursos… sino en los nombramientos.

Que venga el tsunami. Que se vayan quienes deben irse. Pero que se queden los que entiendan que servir a Tamaulipas no es un privilegio, sino una responsabilidad.

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