AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Quijote 

Leyendo por enésima vez El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha no puedo dejar de admirar el magistral estilo de Miguel De Cervantes Saavedra, de cómo enlaza los caracteres de sus personajes y los lleva a situaciones absurdas o truculentas. 

“¡Non fuyades, viles criaturas, que un solo caballero es quien os acomete!”-grita Don Quijote cuando se lanza en contra de aquellos molinos de viento que creía eran desaforados gigantes. 

En su tiempo pocos supieron que se trataba de una aguda crítica a las historias de caballería que por aquel entonces se estilaban, y estoy hablando de finales del siglo XV y principios del XVI, cuando apenas las sociedades europeas se estaban sacudiendo las sombras del obscurantismo medieval. 

En aquella lejana época, aún en países “civilizados”, como España, las mujeres eran consideradas como algo más que objetos. Eran propiedad de los padres o maridos. Debían ser recatadas y llegar vírgenes al matrimonio, ya que de lo contrario, se quedaban solteronas. 

Dentro de los primeros capítulos destaca el cuento de “El Curioso Impertinente”, donde un caballero decide probar a su esposa con su mejor amigo, con un resultado fatal. 

A lo largo de la Primera Parte de El Quijote, abundan las historias paralelas. Ya para la Segunda Parte, Cervantes se cuidó mucho de evitar distracciones y seguir linealmente con la narración de las jocosas aventuras de “El Caballero de la Triste Figura” y su simpático escudero Sancho Panza. 

¿Qué Dulcinea del Toboso no era una princesa sino una vulgar labradora llamada Aldonza Lorenzo? ¡Bah! Eso no importa. 

En aquellos tiempos, donde no había ni radio, ni televisión, ni mucho menos Internet, los libros eran un verdadero tesoro para quienes sabían leer, que eran los menos. 

Así que la costumbre era que, por las tardes, terminadas las faenas diarias y después de cenar, se contaban historias o se recitaban poemas de autores famosos. 

Quienes tenían a la mano algún libro-llámese de caballerías o de poemas- y además contaban con alguien que los leyera, se daban por afortunados. Era cono ir al cine o ver una obra de teatro. 

Pasarían por lo menos tres siglos más para que se inventara un medio de comunicación masiva como el radio y se cambiara para siempre la manera de entretenerse. 

Volviendo al tema de Don Quijote, la crítica hacia el sistema social y político de su época pasó desapercibida, incluso para la quisquillosa nobleza española. 

Por ejemplo, cuando Sancho Panza se queda pensando cómo le hará para administrar el condado que recibirá cuando su amo mate al gigante y libere al reino Micomicón. 

Le preocupaba que, siendo un país africano, sus siervos serían negros. Entonces pensó que la solución sería, una vez estando en el gobierno, vender a sus súbditos y obtener una buena ganancia. 

Sin embargo, en una aventura previa, cuando Don Quijote libera a los galeotes, el personaje manifiesta su rechazo a todo tipo de trabajo forzado, incluso sabiendo que era orden directa del rey. 

“El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” sigue siendo una de mis lecturas preferidas, junto con “La Odisea” y “La Ilíada”, de Homero. 

Cuando paso por la colonia Del Prado, siempre volteo a la puerta de acceso del restaurant Mansión del Prado, donde están dos estatuas de bronce, una de Don Quijote, con su lanza, su coraza y su bacinica en la cabeza, de frente a otra de Dulcinea, que lo observa con indiferencia. 

Nos quedamos con la inmortal frase cervantesca, pero al estilo Pegaso: “Emiten sonidos guturales los cánidos, Sancho, evidencia de que nos trasladamos”. (Ladran los perros, Sancho, señal de que avanzamos). 

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