AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Noticia 

Hoy es un día aciago. Me he despertado con una noticia completamente desalentadora, fatal, catastrófica. 

Situación tal no se ha dado desde que el bloque de Los Aliados en la Segunda Guerra Mundial decidieron arrojar la primera bomba atómica en Hiroshima. 

Tan fatal como una “mañanera” de ALMO, tan brutal como una masacre de narcos, tan bestial como un reggetón… Sencillamente no lo puedo aceptar, es inconcebible e indigerible, nunca antes mejor dicho. (Nota de la Redacción: Pegaso, deja de estarle dando tantas vueltas al asunto y dinos de una vez por todas en qué consiste tan infausta nueva). 

El viernes pasado fui a comprar unos taquitos enrollados ¿y qué creen? El taquero me dijo que a partir de este lunes aumentará su precio, de 25 a 30 pesos. 

Es un 20% de incremento. 

Aunque el taquero solo me dijo que costarán más por que su vieja ya no quiere trabajar de a grapa, lo que realmente me quiso decir es lo siguiente: “La presión económica ejercida por el continuo incremento de las materias primas nos obliga a ajustar el costo del producto al público; de otra manera se reduciría sustancialmente nuestro margen de utilidad y empezaríamos a manejar números rojos, con la subsiguiente descapitalización y quiebra técnica de nuestra pequeña empresa familiar”. 

Para mí que exagera. 

No hay nada más rentable que un puesto ambulante de comida. 

Para empezar, no pagan salarios, INFONAVIT, Seguro Social, luz, IVA, aguinaldos y primas vacacionales; no están obligados a cumplir con las rígidas normas impuestas por la COEPRIS en materia sanitaria o Protección Civil, en materia de seguridad. 

Eso sí, tienen que pagar el piso al Municipio y mocharse con aquellos otros. 

Pero fuera de esos insignificantes gastos, el margen de utilidad es uno de los más altos, mucho más alto que un pobre periodista, un engañil, un maestro o un jornalero.  

Hay quienes ganan incluso más que el Presidente de la República. 

Veamos: A veintinco pesos cada orden de tacos. Si vende cien al día, se gana 2,500 chuchos diarios. Quitándole la inversión y el moche, aún le quedan unos 1,500 diarios, libres de polvo y paja, sin pagar impuestos, sueldos o servicios. Eso representa 45,000 pesos mensuales. 

Cuando mi amigo el taquero le suba a 30 pesos, el margen de ganancia será de 3,000 pesos al día, y quitándole los deducibles, le quedarán unos 1,800 diarios, unos 54 mil del águila mensuales. 

El Pejidente gana 116 mil pesos mensuales, así que un modesto taquero como éste gana poco menos de la mitad. 

Pero los hay que tienen volúmenes de venta mucho mayores.  

Doy Yeyo, por ejemplo, vende muchos más tacos que cualquier otro en Reynosa, a pesar de que nada más se trata de tortillas embarradas con frijoles y mojadas en aceite. 

En la capirucha, donde todo mundo se come unos tacos con su chesco en la mañana, hay quienes obtienen utilidades estratosféricas.  

Los más demandados son, por supuesto, los tacos de canasta de suadero, de ojo, de nana, de nenepil y de buche, y las deliciosas tortas de tamal, con su salsa verde, roja o molcajeteada, que dejan utilidades mensuales superiores a los 150 mil varos. 

Olvídense de estudiar una licenciatura en periodismo, en derecho o alguna ingeniería. Eso no deja. 

Mejor pongan un puesto de tacos cerca de algún OXXO o Seven Eleven y dejarán de pasar penurias económicas por el resto de sus vidas, hasta la cuarta o quinta generación. 

Por eso no me parece justo que el taquero suba el precio de los taquitos enrollados. Porque de todos modos él seguirá ganándose una buena piscacha y sólo trasladará a su selecto público los efectos de la inflación. 

A final de cuentas, serán las panzas aventureras las que sufran con este severo golpe a la economía familiar. 

Y nos quedamos con el refrán estilo Pegaso, cortesía del gran mimo mexicano Mario Moreno “Cantinflas”: “¡Es prerrogativa inexistente, individuo núbil!” (¡No hay derecho, joven!)

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