AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Libertador

El 7 de enero tengo cita en Monterrey para tramitar mi visa láser. 

Me invaden dos sentimientos contradictorios. El primero, de alegría, por volver a tener la oportunidad de ir a ver a mi Pegaso padre, llegarle a los buffets y comprarme algo de ropa en las tiendas. 

El segundo es de desconcierto, por que no sé cómo me van a recibir en gringoandia. 

En los restaurantes chinos donde me gustaba ir a comer con la familia, ya me ponían cruces. 

Nomás me veían llegar y decían: “¡Shit! Ahí venir otra vez ese Pegasous. ¡Esconder los camarones y los mejillones con salsa bechamel!¡Hurry!” 

Pero para mí, para mí, que los güeros deben verme como un libertador, tal vez de la talla de George Washington, Thomas Jefferson. Benjamin Franklin, John Adams y Alexander Hamilton, o, si nos vamos al resto de las Américas, como José de San Martín, Simón Bolívar, Miguel Hidalgo y Antonio José de Sucre; en China, Mao Tse Tung y Oh-chi-minh, en la India, Mahatma Gandi, en Etiopía, Ras Taffari; en Francia, Rousseau, Voltaire y Montesquieu; en Rusia, Marx y Engels, etcétera, etcétera. 

¿Por qué digo eso? ¡Pues casi por nada! Mis certeros comentarios y constantes señalamientos hacia el sátrapa émulo de Hitler, El Trompas, sirvieron para que la mayoría de los gringos votaran en su contra. 

Valientes artículos dignos de estar escritos en letras de oro en los más elevados estrados no sólo de ese país, sino del mundo entero, y también de Jarachina Sur. 

Al verme cruzar la garita aduanal, cuando vaya a macalear, los aduanales y agentes del CBP deberían reconocer y decir: “¡Look! Ahí venir nuestro benefactor!” 

Porque, ¿qué hubiera pasado si El Trompas siguiera al frente del Gobierno norteamericano? 

Para empezar, ya hubiera levantado 20 metros más el muro entre México y su país. 

Hubiera echado a patadas a todos los mexicanos y centroamericanos prietos, chaparros y feos que van a robarse el trabajo que no quieren hacer los anglosajones, porque se rompen las uñas y se ensucian los zapatos. 

Pienso que a estas alturas ya les hubiera echado una bomba atómica a los de Corea del Norte, o viceversa, los coreanos ya hubieran volado algún otro edificio de Nueva York. 

Yo siempre dije que El Trompas sería el dedo que apachurraría el botón del fin del mundo, pero qué bueno que no fue así. 

Qué bueno que, gracias a los valientes denuncias que hice desde este modesto espacio, los votantes gringos decidieron hacerle ¡fuchi! al cachetón misógino, miembro del Ku Kux Klan. 

No digo que el que quedó sea la séptima maravilla, pero creo que cualquier cosa es mejor. 

Pronto va a ser un año de que Pepe Permanente (Joe Biden en inflés) tomó el poder en Gringolandia y yo percibo más bien un gobierno tibio. 

Puedo equivocarme, pero pienso que le falta liderazgo. 

Por eso fue el Peje hace unos días a Nueva York, a decirle a Biden: “Mira, Pepe.  Hay que juntarnoj para hajer un frente común contra China, que viene empujando fuerte y pronto je convertirá en la potenjia dominante del mundo”. 

Mientras eso ocurre, me dispongo a presentar mi documentación para solicitar se me reponga mi visa láser, porque ya tengo unas ganas enormes de pegarle a los buffetes de McAllen y Pharr, aunque hayan subido a casi el 60% del precio que tenían antes de la pandemia. 

Viene el refrán estilo Pegaso: “Satúrate, en este momento que existe material terroso húmedo!”(¡Atáscate, ahora que hay lodo!)

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