AL VUELO/ Por Pegaso 

Opinión

COVID

Parece que fue ayer.  

En febrero del 2020 empezábamos a escuchar en las noticias internacionales de la existencia de un nuevo virus que había surgido en China porque un peladito ojos de rendija se almorzó enterito un murciélago. 

La expansión de la enfermedad comenzó en países del lejano oriente, como la propia China, Indonesia, Japón, La India y Corea, pero aún lo veíamos muy lejos. 

Fue en aquellos días cuando a alguien se le ocurrió componer la canción del “coronavirus” que a todos nos hizo bailar.  

Pero después, vino la cruda realidad. 

Ni los cierres fronterizos pudieron contener la primera ola de COVID, y el mundo se llenó de terror. 

A casi dos años de distancia, vemos que esto aún va para largo. 

Yo, que había estado invicto hasta ahora, ya tengo el bicho en mi sistema y estoy sufriendo algunos de los síntomas más leves, como el dolor de cabeza, dolor de garganta y algo de temperatura. 

La cuarta ola que estamos padeciendo en estos momentos en México, es la más agresiva, porque se combinaron las diferentes variantes, como la Delta y Ómicron; apenas va en aumento y deberán pasar por lo menos uno o dos meses antes de que empiece a disminuir su incidencia. 

En una colaboración anterior ya había comentado que el coronavirus tiene una capacidad muy grande de mutación, como nunca antes se había visto en la historia de la Humanidad. 

“Estamos viviendo los últimos tiempos”,-me dice mi Pegasita. 

La verdad es que son tiempos inéditos, pero hasta ahora, apenas van unos 5 millones de muertos alrededor del mundo, lo que representa un porcentaje mínimo, si tomamos en cuenta que a la fecha ya le estamos pegando a los 7,500 millones de personas. 

Hasta donde alcanzan a ver mis pispiretos ojos, todavía tendremos COVID-19 para rato. 

Recordemos que las pandemias anteriores han durado cinco o incluso, más años. Claro, que antes no tenían los medicamentos que ahora poseemos, pero eso no es un consuelo, porque la enorme movilidad humana que hay en la actualidad facilita la transmisión. 

Aún así, si comparamos al COVID-19 con otros agentes infecciosos que en el pasado han provocado pandemias, veremos que se queda muy cortito en cuanto a fallecimientos. 

La Peste Negra, por ejemplo, azotó a la Europa de la Edad Media y cobró la vida de 200 millones de personas, la cuarta parte de la población. 

La Viruela, que a lo largo de los milenios ha cobrado más de 300 millones de víctimas, fue un factor importante para la Conquista de México, donde acabó con 56 millones de nativos. 

La Gripe Española, por otro lado, apareció al término de la Primera Guerra Mundial y mató a un promedio de 40 a 50 millones de personas.  

Como ven, el COVID-19 es un niño de pecho con las otras enfermedades transmisibles a lo largo de la historia.  

¡No quiero detenerme a pensar qué hubiera ocurrido si la Peste Negra o la Gripe Española revivieran en la actualidad! Con aviones volando por todo el mundo, ya se hubiera acabado la Raza Humana. 

Viene el refrán estilo Pegaso: “¡Tú la portas y estás imposibilitado de contagiarme!” (¡Tú la traes y no me la pegas!” 

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