EL SINODAL DE TAMAULIPAS
Lysychansk, Ucrania.– En medio de un campo verde, en el frente este de Ucrania, un proyectil de una bomba de racimo está clavado en el suelo y parece el poste de una cerca. No muy lejos, un equipo de médicos ucranios se precipitan sobre un soldado lleno de sangre.
Uno de los médicos intenta tranquilizar al militar, asegurándole que el torniquete que tiene por encima de la rodilla no quiere decir que perderá su pierna. Otro murmura, mirando la humareda en el cielo, en la batalla por el Donbás, donde el asalto ruso, lento pero metódico, parece irremediable.
Varios soldados forman un círculo protector en torno a los socorristas.
«Llegan por oleadas», dice Mykola, uno de estos hombres, en referencia a los intentos reiterados de las tropas rusas de avanzar en dirección al sur, más allá del río Donets, cerca del pueblo de Bilogorivka.
«Lo intentaron durante el fin de semana y los frenamos. Lo intentan de nuevo. Hacen idas y vueltas. Nos atacan, y luego los atacamos nosotros», comenta.
Acribillado
Ni Moscú ni Kiev son firmantes de una convención de 2008 que prohíbe el uso de bombas y misiles de racimo, que se abren en el aire liberando miles de pequeñas bombas explosivas capaces de alcanzar zonas más amplias.
En Bilogorivka, el contenedor del misil quedó clavado cerca del último control que lleva al pueblo. La caída de esta localidad ayudaría al ejército ruso a lanzar el asalto de Kramatorsk, la capital administrativa del este de Ucrania bajo control de Kiev.
Ucrania ha enviado muchos refuerzos para mantener la línea del frente, en lo que parece un esfuerzo desesperado para resistir. Unos kilómetros más al este, la ciudades de Lyssytchansk y Severodonetsk están bajo asedio y pueden caer en cualquier momento.
Es casi imposible comprobar lo que sucede en el interior de Bilogorivka, constantemente bombardeado.
Este fin de semana, el presidente ucranio, Volodimir Zelenski, afirmó que 60 personas murieron en el bombardeo de una escuela donde se refugiaban unos 90 vecinos. Los soldados en la zona no pudieron confirmar estas informaciones puesto que el establecimiento se encuentra en la zona norte, bajo control ruso.
«Entramos y es así como salimos», explica un combatiente que utiliza el apodo de guerra Leto («Verano»), cerca de una camioneta acribillada