Lysol
(Edición sabatina)
Ya no hay que preocuparse más por el coronavirus.
El sabio y prudente Presidente de los Estados Unidos, El Trompas, ha dado con la cura y promete que de manera inmediata la persona infectada de COVID-19 volverá a estar sano, rozagante y cachetón.
Basta con ir a la farmacia, comprar un frasquito con desinfectante Lysol, colocar el líquido en una jeringa e inyectarlo al torrente sanguíneo.
Aunque la Casa Blanca de inmediato se apuró a decir que solo se trató de una inocente y simpática broma, lo cierto es que, a sólo unos minutos de que su mensaje se transmitiera en cadena nacional, por lo menos cien pende…, digo, personas agarraron la aguja hipodérmica y se inyectaron el desinfectante.
Es interesante analizar la lógica que desde siempre ha usado el mofletudo gobernante gringo.
De esa manera, si el desinfectante Lysol es bueno para matar al coronavirus en unos cuantos segundos, debería servir también para hacerlo dentro del cuerpo.
Quienes siguieron su consejo, perdieron la vida porque en términos médicos, no se puede decir que el orden de los factores no altera el producto.
De ser así, entonces habría que pensar en remedios más rápidos y baratos para deshacerse del molesto COVID-19. Por ejemplo, el cloro.
Compre usted una botella de cloro, refrigérelo o sírvalo en las rocas, en una copa para martinis con una aceituna y dispóngase a disfrutar de su exquisito sabor y sus salutíferos efectos.
En el mundo de Trump, usted puede usar gel desinfectante como condimento para hacerse unos huevos revueltos o para marinar una rica barbacoa.
Todas estas ideas geniales le vienen a la mente por sus ilustres antepasados nazis.
Recuérdese que por sus venas corre sangre irlandesa, pero también teutona.
Se sabe que los alemanes hacían experimentos con los judíos que tenían en los campos de concentración y hasta hacían jabones con su grasa.
No es de extrañar que traiga en sus genes el gusanillo de experimentar con seres humanos.
Es por eso que no consideramos apócrifo el siguiente diálogo que logró intervenir el Equipo de Inteligencia de Pegaso (EIP), supuestamente entre el Trompas y su Secretario de Salud y Servicios Humanos (traducido al español):
-Perou Míster President, ¿qué haber dicho usted? El Lysol no inyectarse, solamente frotarse en las manos.
-No preocuparte, Alex. Yo pensar que si desinfectante ser bueno en las manos, ser mejor dentro del cuerpo.
-Los médicos recomiendan que su uso ser externo, porque si inyectarlo o ingerirlo, actuar como veneno…
-Mirar, yo haberle aprendido algo a mi amigou Andrés Manuel. Mí tener otros datous. Dejar que mensaje llegar a toda la población. Lo único que preocuparme es que haber compras de pánicou en las farmacias y escasear desinfectantes y jeringas.
-Buenou. Yo sólo advertirle.
-Nada, nada. Si algou salir mal, decir a los medious de comunication que sólo ser un chistorete porque yo haber estado viendo el show de Jo Jo Jorge Falcón.
Hasta aquí el supuesto diálogo del Trompas con su secre de salud.
Entonces qué, ¿le creemos? Le daremos unos sorbitos al Lysol o nos lo inyectamos?
Vámonos mejor con el refrán estilo Pegaso: «Fue más nocivo el medicamento que la morbilidad». (Resultó peor el remedio que la enfermedad).