La batalla de Tamaulipas

Opinión

Por Oscar Díaz Salazar

Tamaulipas es el territorio donde se lleva a cabo la más reciente de las batallas, de una guerra que se ha prolongado por tres sexenios, diez y ocho años, en los que se han enfrentado Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador.

La mayoría de los tamaulipecos se sorprendió del protagonismo nacional que por algunos meses tuvo, el aún gobernador Francisco García Cabeza de Vaca. El panista Cabeza de Vaca es un político doméstico, no muy brillante, ni muy educado. Sin presencia en la política nacional y sin interlocución con los políticos más encumbrados, con la élite, con el círculo donde se toman las grandes desiciones.

Lo que padecieron los tamaulipecos en los años en que coincidieron, Cabeza de Vaca como gobernador y López Obrador como presidente de la república, fue un episodio más de la guerra que existe entre Calderón y los calderonistas, y Obrador y sus seguidores.

El ex titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público del gobierno federal, Santiago Nieto Castillo, ha escrito, y sobre todo a comentado, en diversas entrevistas que le han hecho en los últimos meses, la ruta que ha seguido el grupo de Felipe Calderon, a partir de la conclusión del sexenio en el que fue presidente, -o en la visión de los obradoristas: usurpó la presidencia-, hasta los últimos dos o tres años en los que se «atrincheraron» en Tamaulipas, siendo la entidad que gobierna Cabeza de Vaca, el último reducto del calderonismo, la última fuente de financiamiento, la única plataforma política a su disposición, desde la que pretendían fondear y apalancar el proyecto de regresar a la presidencia, con el tejano Cabeza de Vaca como candidato – presidente, pero con la participación de todo el calderonismo.

Sintetizando y citando de memoria lo que ha dicho Santiago Nieto, y que recomiendo lo vean y escuchen para entender lo que ha ocurrido en Tamaulipas, les diré que al concluir el sexenio de Calderón, varios de sus colaboradores siguieron vigentes en la política, al conseguir un escaño en el Senado de la República, algunos fueron gobernadores y otros diputados federales. En la negociación de la reforma energética que impulsó el presidente priista Enrique Peña Nieto, se beneficiaron varios miembros de esa pandilla que encabezó el michoacano Felipe Calderón, entre los que se incluye García Cabeza de Vaca. Con el transcurrir de los años, concluyeron los periodos para los cuales fueron electos como gobernadores los seguidores del Comandante Borolas, siendo tan malos gobernantes que no pudieron conservar el poder para su partido y/o para alguien de su equipo político. Para el 2020 – 2021, el gobierno de Tamaulipas era el único «espacio» que mantenían los calderonistas, el último bastión de ese equipo, la única fuente de financiamiento, y esto último tómelo en estricto sentido literal, pues aquí cobraban, y cobran,  el ex secretario particular de Calderón, Roberto Gil Zuarth (una iguala de un millón cada mes por servicios de asesoría jurídica), el ex secretario de la Función Pública, Vega Casillas (por servicios de asesoría contable), el ex coordinador de comunicación social, Max Cortázar (con el mismo cargo en él gobierno de Tamaulipas) y otros.

La estrategia que eligieron los calderonistas para «posicionar» a Cabeza de Vaca en la política nacional, fue la de confrontar al presidente de la república, con el argumento de la defensa del federalismo y el reclamo de más dinero para las entidades federativas. La omisión de la secretaria de gobernación, la ex ministra Olga Sánchez Cordero, habituada a dejar que los asuntos se «pudran» para sacar provecho económico, permitió que creciera el movimiento de gobernadores insurrectos, comandados por Cabeza de Vaca, y llegaron a contar con la asistencia de una decena de gobernadores, en las reuniones semanales (a veces más) en las que invariablemente se emitían reclamos al gobierno federal y se acordaban acciones, medidas, proyectos e iniciativas, que invadían el ámbito de competencia  del gobierno federal.

Ante el auge de la insurrección «federalista», a la que ya se había sumado la tercera parte de los gobernadores, y que ya había desfondado a la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO), que era el foro donde tradicionalmente se discutían las diferencias con el gobierno federal, en una reunión encabezada por el presidente, y en la que también participaron dos colaboradores con los que «veía» los temas políticos, – y digo veía, en tiempo pasado, porque ya no están en el ánimo ni son escuchados- se resolvió dar un manotazo e investigar «formalmente» (porque ya lo tenían investigado) y encarcelar a un gobernador, que sirviera de ejemplo y aviso a los otros insurrectos y que fuera el ungüento, que a semejanza del IODEX de tiempos lejanos, disolviera las bolitas, las hematomas, las protuberancias en el cuerpo de la nación. El elegido para escarmentar a los federalistas fue el más vulnerable, por ser el más trampa, el más rijoso, el más contestatario, el más representativo, el más ofensivo, el más cercano a Felipe Calderón, y me refiero a ese que está usted pensando, Francisco García Cabeza de Vaca.

Desde la perspectiva de los objetivos mayores, desde la óptica de la Ciudad de México, se percibe que el ganador de esta contienda, de este round, de esta batalla, de una guerra que viene de tiempo atrás y todo indica que va a continuar, el gran triunfador es el presidente Andrés Manuel López Obrador, que logró los objetivos que se propuso en esa reunión en la que participaron Julio Scherer y Ricardo Monreal.

¿Y por qué digo que el ganador es el presidente? Pues porque logró el objetivo de disolver a los disolventes, separar a los conjurados, derrotar a los insurrectos. Se acabó la alianza federalista, derrotó a Cabeza de Vaca en las elecciones del 2021, quitando al PAN los ayuntamientos más grandes y la mayoría en el Congreso, y le volvió a ganar en el 2022 en la elección de gobernador. A partir del primero de octubre, Cabeza de Vaca tendrá que enfrentar a la justicia.

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