AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Lucha 

Matías Bueno, “El Rayo Veloz”, sube a los encordados. 

            Lo espera dentro del cuadrilátero su más odiado enemigo, “El Vampiro Sanguinario”, rudo de cinco estrellas que no se toca el corazón para apalear a sus contrincantes hasta dejarlos sobre la lona, cubiertos de negra sangre. 

            Tiembla. 

            Las pantorrillas parecen de gelatina y el corazón le late a mil por hora. 

            En las tribunas, el público aúlla, presagiando la inminente masacre. 

            -¡“Pinche Rayo, estás bien flaco, cabrón”!,-grita un aficionado. 

            El Rayo sólo acierta a sonreír tras la máscara roja y amarilla que le cubre la cara. 

            El réferi da las indicaciones previas y empiezan las hostilidades.  El “Vampiro Sanguinario” lo levanta en vilo y lo azota duramente contra la lona, produciendo un sonido seco. 

            El Rayo se levanta rápidamente para impedir un nuevo castigo.  Corre hacia las cuerdas mientras su adversario manotea detrás de él. 

            -“¡No corras, maricón!”-se vuelve a escuchar en las gradas.  

            El Vampiro logra tomarlo de un hombro y lo atrae hacia sí, con tremenda fuerza.  Le aplica el “abrazo del oso” y luego lo avienta a varios metros de distancia.  Sube a la tercera cuerda y se lanza con sus 125 kilos de peso sobre la humanidad de El Rayo. 

            Este sólo alcanza a gemir y a retorcerse como tlaconete con sal.  Humillado y aporreado, camina de rodillas rumbo a su esquina, pero el réferi lo incita a seguir peleando. 

            -“Regresa o suspendo la pelea”,-dice. 

            Muy a su pesar, decide hacerle frente al rudo.  Toma vuelo y se arroja contra el abultado abdomen para rebotar inmediatamente y caer hacia atrás en cómica postura. 

            El Vampiro va sobre él.  Lo toma de los tobillos, da varias vueltas y lo catapulta hasta la tercera fila. 

            Una viejilla desdentada toma su paraguas y le atiza a madrazos. 

            -“¡Toma, toma y toma! ¡Méndigo abusivo!” 

            No bien recibe el último paraguazo, ve venir de nuevo la colosal humanidad de El Vampiro, quien baja del ring a toda prisa para terminar de moler a su rival. 

            Lo carga en vilo y lo azota sobre la lona.  Sube arriba de él, sobre su espalda y le aplica una quebradora. 

            “El Rayo Veloz” mueve las manos en señal de rendición, pero el árbitro no la ve y deja seguir las acciones. 

            Tambaleante, El Rayo recibe unas patadas voladoras en pleno rostro y una serie de golpes a puño cerrado que revientan sus párpados y hacen emerger abundante sangre. 

            Cae desfallecido y el réferi hace la cuenta regresiva: “Cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero,… ¡fuera!” 

            Veredicto final: gana la pelea el rudo de rudos, “El Vampiro Sanguinario”. 

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            -“¡Caray, compadre!”- le dice Matías Bueno a su amigo del alma, Lázaro Chavolla,  

alias “El Vampiro Sanguinario”, cuando ambos salen de la Arena Coliseo.  “¡Qué difícil es ganarse la vida en estos tiempos!” 

            -“Pos para eso nos pagan, güey, para entretener al público. Qué, ¿no viste cómo gritaba la gente echándome porras? 

            -“No, pos sí.  Pero a la otra me toca a mí partirte la madre.  Mira mi máscara cómo quedó manchada de catsup. 

            -“Nada que no arregle una buena lavada. Ahí le dices a la comadre que lave también la mía, ¿no?  Quedó llena de sudor, mano”. 

            -“Bueno, vamos a echarnos unas frías para celebrar tu triunfo, ja, ja, ja”.  

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