EL SINODAL DE TAMAULIPAS
Moscú.– A reserva de que ratifique la decisión el Parlamento y en caso de que la Corte Constitucional nada tenga qué objetar, con la firma de los respectivos tratados de adhesión, la Federación Rusa contará con cuatro nuevas entidades: las repúblicas populares de Donietsk y Lugansk y las regiones de Jersón y Zaporiyia, ocupadas por tropas rusas.
La solemne ceremonia, que empezó en la sala de San Jorge del Gran Palacio del Kremlin con un extraño retraso de 17 minutos, tuvo algo de surrealista debido a tres motivos: el presidente Vladimir Putin firmó los decretos de reconocimiento de la independencia de Jersón y Zaporiyia poco antes de la medianoche del jueves; ninguno de los nuevos miembros de Rusia ha logrado independizarse de Ucrania en la totalidad de sus fronteras administrativas; y se llevó a cabo justo el día que parece confirmarse que el ejército ucranio rodeó por completo a las tropas rusas en Limán, importante nudo ferroviario para su logística y estratégica puerta de entrada a Donietsk, lo que puede traducirse en una nueva debacle.
Pero nada iba a estropear el ambiente festivo de lo que la televisión local llamó “el histórico regreso a casa” de los cuatro, y cuando Putin apareció no tardó en afirmar al dirigirse a la audiencia de políticos presentes y millones de rusos que pudieron seguir en directo la transmisión: “Los habitantes de Donietsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia siempre serán ciudadanos nuestros. Es el deseo de millones de personas (en alusión a los referendos) y se hizo con apego a la Carta de Naciones Unidas. Y hay que respetarlo”.
Prometió: “Vamos a defender nuestra tierra con todas las fuerzas y medios a nuestro alcance y haremos todo lo posible para garantizar la seguridad de nuestra gente”, destacando lo que llamó “la gran misión liberadora del pueblo ruso”.
Putin exhortó a Ucrania a “declarar de inmediato un alto el fuego y regresar a la mesa de negociaciones, hay que poner fin a la guerra que ellos desataron en 2014, nosotros estamos dispuestos a hacerlo”, eso sí, sobre la base de que “no es negociable la devolución de Crimea ni de las territorios que se incorporaron a Rusia”.
A modo de justificar la anexión, el mandatario ruso volvió a hablar del “genocidio” y el “maltrato” que sufrieron por parte del “régimen nazi” los habitantes de las cuatro regiones desde la desintegración de la Unión Soviética, que “ya no existe y no se puede volver al pasado, pero nada hay más fuerte que la voluntad de estas personas de regresar a su patria histórica grande, Rusia”.
Putin dedicó el resto de su discurso a atacar con virulencia a Estados Unidos, cuya meta “es preservar el sistema neocolonial para dominar el mundo a través del dólar” y “nos quiere tener como esclavos, pero eso no lo vamos a permitir en Rusia”.
El jefe del Kremlin llegó a acusar a la Casa Blanca de estar “ocupando” Alemania y sostener que sus líderes “se tragan el maltrato de ser vigilados, aunque dicen que son sus aliados”. Añadió con ironía: “Washington lo llama solidaridad euroatlántica, cuando lo único que busca es desindustrializar Europa y someter a sus gobernantes”.
Criticó que “Estados Unidos y sus aliados se permiten decidir qué países son civilizados y cuáles no, quién merece la autodeterminación, como Kosovo, y cuáles no”.
Recordó que Washington “sentó un precedente al ser el primer país en lanzar la bomba atómica” y mencionó que cometió “atrocidades” durante sus intervenciones en Corea, Vietnam, Afganistán, Irak y Libia, así como reprobó la expansión de la OTAN hacia el este, la extensa red estadunidense de bases militares en todo el mundo y sus alianzas militares con Japón, Australia, Taiwán o India.
Antes de finalizar sus palabras, Putin reivindicó “los valores tradicionales y cristianos” de Rusia, que rechaza que “a los niños se les inculque cambiar de sexo” o que existan “matrimonios de homosexuales donde no hay un padre y una madre, sino un padre uno y un padre dos”. Eso sucede, en su opinión, por “la moral satánica” que practican Estados Unidos y Europa.
Y cerró su discurso con una cita de su filósofo favorito, Iván Ilyín, que en la primera mitad del siglo XX criticó sin piedad la “democracia formal” y defendió un gobierno de mano dura inspirado en las ideas de Benito Mussolini: “Si creo que Rusia es mi patria significa que amo, elaboro y pienso en ruso, canto y hablo en ruso; creo en la fuerza espiritual del pueblo ruso, su espíritu es mi espíritu, su destino es mi destino…”
Después, se procedió a la firma de los respectivos tratados de adhesión a Rusia, los cuales además de la rúbrica de Putin, llevan la de Denis Pushilin, por Donietsk; Leonid Pasechnik, por Lugansk; Vladimir Saldo, por Jersón, y Yevgueni Balitsky, por Zaporiyia. Los cinco, desde el escenario, junto con la sala entera, terminaron coreando: “¡Rusia!, ¡Rusia!, ¡Rusia!”.
Por la tarde, para dar la bienvenida a las nuevas entidades federales en un acto de masas, el Kremlin organizó en la explanada junto a la catedral de San Basilio, a unos pasos de la Plaza Roja, un concierto con grupos de rock y cantantes de moda, precedido de un mitin con oradores que expresaron su alegría por este “histórico día”. Asistieron, calculan las autoridades, miles de personas, sobre todo empleados de empresas e instituciones públicas, así como estudiantes.
Reacción de Kiev
Las primeras noticias que llegaron de Kiev, cuando el presidente ruso terminó de hablar, indicaban que su colega ucranio, Volodymir Zelensky, no sólo no está de acuerdo en sentarse a buscar un arreglo político en esos términos, sino que “nunca, después de la anexión de parte del territorio ucranio que vamos a recuperar, voy a negociar con Putin, mientras éste permanezca en el poder”. Enfatizó que sólo está dispuesto a hacerlo con el siguiente mandatario de Rusia.
Además, Zelensky –tras reunirse con los integrantes de su Consejo de Defensa y Seguridad Nacional– anunció que ayer mismo Ucrania “va a solicitar la admisión acelerada en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)”, subiendo un grado más de tensión en el conflicto.
Horas más tarde, desde Bruselas, el secretario general de la alianza noratlántica, Jens Stoltenberg, rechazó por ahora la petición, alegando diplomáticamente que “cualquier democracia tiene derecho a solicitar su ingreso, pero la decisión debe ser tomada por los 30 miembros”. La OTAN, que dice que no es parte de esta guerra, seguirá apoyando a Ucrania “el tiempo que haga falta”.