EL SINODAL DE TAMAULIPAS
Moscú.– En una sesión extraordinaria de simple trámite, los diputados de la Duma ratificaron ayer los tratados de adhesión de cuatro regiones de Ucrania ocupadas por tropas rusas: las repúblicas populares de Donietsk y Lugansk y las regiones de Jersón y Zaporiyia.
La víspera, en surrealista sesión dominguera, tras recibir los documentos el sábado por la noche, la Corte Constitucional dictaminó que los tratados de adhesión no se contradicen con la Carta Magna, adelantándose dos días a la ratificación por parte de las dos cámaras del Parlamento, que en teoría están facultadas para efectuar los cambios que estimen convenientes.
Sin el más mínimo debate, aunque con la ausencia en la sala de 41 legisladores, apenas poco menos de 10 por ciento del total, pero que no deja de ser significativa por la subordinación absoluta de la cámara baja al Kremlin, la anexión de Zaporiyia recibió el respaldo de todos los presentes, 409, y la de Donietsk (413), Lugansk (412) y Jersón (411), esto es, incluidos cuatro, tres y dos diputados, respectivamente, que ni siquiera participaron en la votación.
La Duma aprobó los documentos tal cual, sin cambiar una coma, y Donietsk y Lugansk se incorporan a Rusia como “repúblicas populares” y Jersón y Zaporiyia, como “regiones”.
Se fija un periodo de transición hasta su plena integración en calidad de entidades de la Federación Rusa “antes del 1º de junio de 2026” y se estima que dentro de un año “ya deben de estar funcionando en las regiones todas las filiales de las dependencias federales”.
Se concede medio año para crear los órganos de gobierno en las ciudades y los distritos municipales, así como se estipula incorporar al ejército ruso los destacamentos armados creados por los separatistas.
Ninguno de los cuatro está bajo control ruso en su totalidad y, terminada la sesión de la Duma, hasta el portavoz de la presidencia rusa, Dimitri Peskov, no pudo decir cuáles serán los límites administrativos de las nuevas “entidades federales”: los que tenían, dentro de Ucrania, hasta 2014 o los que tengan al momento de que el presidente Vladimir Putin promulgue las respectivas leyes, después de que el Senado –cuyos miembros son designados por el Kremlin– ratifique este martes los tratados de adhesión.
“Es claro –trató Peskov de saciar la curiosidad de los reporteros– que los límites de Donietsk y Lugansk serán los que tenían en 2014. En cuanto a Jersón y Zaporiyia estamos todavía consultando a sus habitantes. Por el momento, no puedo decir nada más”.
Desde el viernes 30 de septiembre, cuando se llevó a cabo la ceremonia de adhesión, el ejército ruso tuvo un fin de semana desastroso: tras sufrir numerosas bajas, se vio obligado a abandonar la estratégica ciudad de Limán, en Donietsk, despejando el camino para que el ejército ucranio se adentre en Lugansk, al tiempo que Kiev reportó también avances en el flanco sur, en Jersón.
Cisma en la élite gobernante
Esto provocó una suerte de cisma entre quienes forman parte de la élite gobernante y, al situarse del lado del Kremlin, nada temen por su colérica reacción en redes sociales.
Mientras cualquier opositor puede recibir una condena a 10 años de cárcel por “desacreditar el ejército” al decir que en Ucrania hay una guerra y no una “operación militar especial”, la huida de Limán soltó la lengua de quienes sostienen que en la cúpula del ejército ruso predominan la “ineptitud” y el “compadrazgo” (Ramzan Kadyrov, dixit).
El gobernante de Chechenia fue el primero en lanzar duras críticas al general Aleksandr Lapin, quien –a su juicio– “es el responsable de la pérdida de Limán y de gran parte del territorio, y lo malo no es que (Lapin, condecorado por Putin con la medalla de Héroe de Rusia por la toma de Lysychansik) sea un mediocre, sino que cuenta con el apoyo de la cúpula del Estado Mayor y personalmente de su titular, el general Valeri Guerasimov”.
Kadyrov no lo duda: “Si por mi fuera, degradaría a Lapin a soldado raso y lo mandaría al frente para que lave con su sangre esta vergüenza”. De inmediato lo secundó Yevgueni Prigozhin, el empresario cercano a Putin –que tras años de negarlo hace poco reconoció que es el fundador y dueño del grupo de mercenarios Wagner (conocido por el alias de su comandante y prohibido por la legislación rusa) que desde 2014 combate en Ucrania, pasando por Siria y varios países de África–, propuso “mandar a (el general) Lapin descalzo con un fusil automático a la primera línea de combate”.
Los canales de la televisión pública empiezan a hablar de que “hace falta dar tiempo al comandante en jefe (Putin) para que reflexione y tome decisiones” (Vladimir Soloviov, Rossiya-1), “se necesitan otras personas y otros enfoques” al frente del ejército (Yegor Kolmagorov, RT), “incluyó (el presidente ruso) en la Federación Rusa territorios que no controla…, es imposible discutir con un soñador que vive en su mundo (en alusión a Putin) sobre cuándo se logrará liberar Zaporiyia (capital de la homónima región anexionada), una ciudad de 710 mil personas… no recuerdo un precedente así en la historia mundial (Maksim Yusin, NTV).
Para la directora de Russtrat (Instituto de Estrategias Internacionales Políticas y Económicas), la ex diputada Yelena Panina, el principal problema es que “la sociedad atónita observa este fuego amigo en medio del silencio atronador de las autoridades”.
Para demostrar que esto no es un juego, así lo enfatizó, Kadyrov anunció ayer que mandará a la guerra a sus hijos Ajmat, Eli y Adam, de 14, 15 y 16 años, al tiempo que instó al presidente Putin a “utilizar ya las armas nucleares tácticas, de baja potencia”.
El vocero Peskov, por la noche, tras elogiar el papel de Chechenia en la guerra, respondió así a las críticas de Kadyrov a la cúpula militar: “Los gobernantes de regiones, entre ellos Kadyrov, están facultados para expresar su opinión, hacer valoraciones (…), pero en momentos difíciles no deben prevalecer las emociones en ningún análisis”.
Y reiteró que el arsenal nuclear “sólo se puede emplear en los casos que están estipulados en la Doctrina Nuclear del país”.