Los que siempre ganan en Tamaulipas
La primera reunión de los alcaldes con el gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, exhibe uno de los grandes problemas sociales del estado: la fatal situación de la infraestructura urbana en los municipios: baches, redes de agua y drenaje inservibles y parques públicos en situación de desastre.
Ni como negarlo: los jefes edilicios coincidieron en que ese es el principal desafío de sus gobiernos. Al parecer, los asuntos de la seguridad pública, pasaron -por el momento- a segundo plano.
¿Por qué ese y no otro es el agobio de los alcaldes?
La pregunta es ociosa: las cabeceras municipales tienen calles destrozadas, están erizadas de fugas y de caídos de drenaje.
De hecho, el primer encontronazo que un ciudadano enfrenta con la autoridad municipal al salir a la calle son los hoyos frente a su domicilio.
Si va al trabajo en su coche, bache y fuga de agua.
Si se traslada a sus labores en transporte público: baches y fétidas corrientes de drenaje al suelo abierto.
Si tiene la desgracia de ir a pie: baches y ríos de aguas negras que hacen de su caminar una maldición.
¿A qué se debe que las rúas urbanas -no hablemos de las rurales- están para el perro?
Primero: la obra pública, ha sido uno de los más lucrativos negocios de ciertos grupos parasitarios que construyen sin los más mínimos estándares de calidad. Y no hablamos del lucro de los empresarios; también, en ese gigantesco negocio, entran buena parte de los alcaldes que se fueron y que llegaron.
Se sabe: muchos potentes constructores, financian campañas a candidatos a alcaldes y a gobernadores.
Conocido es: esos apoyos no son de gorra; ni mucho menos, esos inversionistas son madres de la caridad.
Se debe; hay que pagar.
No es de dudar, que hoy muchos políticos que hoy nos gobiernan, siguen abonando a esos perversos mecenas.
En esa mugrosa relación, constructores-políticos, quienes hemos venido perdiendo por décadas son los ciudadanos.
El emprendedor, cumple con índices de calidad baja, para reponer ganancias de sus fondos. El político, se hace de la vista gorda y recibe obras de discutible consistencia.
El resultado: una obra pública, con todos los visos de fraude.
Alcaldes y negociantes, ganan; el pueblo, pierde.
Segundo: La ausencia de un marco legal para ajustar a tantos vivales de la construcción, permite y seguirá permitiendo aquella repugnante sociedad.
¡Chin! ¡Otra vez, la ley!
Sí: falta que se legisle para ajustar a los barones de la construcción a un reglamento que incluya desde fianzas -reales, no las que sólo piden para entrar a los concursos- hasta la obligatoriedad de reemplazar los malos trabajos que así se exhiban durante el uso de esa infraestructura urbana.
¿Cuántas veces se ha reconstruido una obra en la entidad?
Millones, en el caso de baches; miles en el tema de agua y drenaje; cientos en gigantescos parques deportivos y culturales.
Nada más echarle un ojo, a los parques culturales de Tampico, Victoria, Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo.
La IV T, tiene que marcar territorio en esos espacios oscuros en donde retoza la corrupción y la indecencia.
La ley, es para normar la vida del hombre en sociedad, dicen los abogados.
¿Cuánto tiempo tendremos que esperar, para meter en cintura a tanto político pícaro y sus socios desalmados que se alimentan del erario inmoralmente?