Al Vuelo/ Por Pegaso

Opinión

Bativirus

El coronavirus bautizado como bativirus, SARS-Co-2, COVID-19 no es el primero en causar una pandemia en el mundo.

Forma parte de una familia de agentes infecciosos presentes en animales salvajes, como el murciélago (de ahí el nombre de bativirus, no porque lo haya padecido Batman), pero en el transcurso de la historia documentada, han surgido plagas que diezmaron la población humana y causaron terror a lo largo y ancho del mundo.

Tenemos, por ejemplo, que en la antigüedad ocurrieron grandes epidemias, como la plaga de Atenas (430-429 A.C.), la peste antonina (166 D.C.), la peste cipriana (249 D.C.), la plaga de Justiniano (542 D.C.)

En la edad media surgió la viruela (735-737 D.C.), la peste negra (1347-1353) y el sudor inglés (1485).

Del Siglo XVI al XVIII, la epidemia de baile (1518), la viruela que diezmó la población de indígenas mesoamericanos con la llegada de los españoles (1520), la peste de san Cristóbal de la Laguna (1582), la gran peste de Milán (1629-1631), la epidemia de Sevilla (1649), la gran plaga de Londres (1666), la gran peste de Viena (1679), la gran peste de Marsella (1720-1722) y la epidemia de la peste rusa (1770-1772).

En el Siglo XIX ocurrió la primera pandemia de cólera (1817-1824), la segunda de 1820 a 1835, la tercera en 1852 y la cuarta en 1856. La epidemia de viruela en Europa (1870-1875), la quinta pandemia de cólera (1881) y la gripe rusa (1889-1890).

En el Siglo XXX, apareció la gripe española conocida como influenzavirus A subtipo H1N1 (1918-1919 que mató a casi 100 millones de personas, siendo la más letal hasta ahora.

La gripe porcina (1919), la gripe asiática (1957-1958) causada por el virus H2N2, la epidemia de la risa de Tanganica (1962), la gripe de Hong Kong (1968-1969) causada por el influenzavirus A H3N2, el primer brote de ébola (1976), cuya letalidad es del 83%, contra apenas el 10% del virus COVID-19, la pandemia de VIH-SIDA (1981), que lleva hasta el momento más de 37 millones de víctimas, el brote de difteria (1990), el resurgimiento del cólera (1991-1993) y nuevamente la epidemia de ébola en África (1994-1996).

En el presente siglo, la gripe aviaria bautizada como H5N1 (2005) amenazó con convertirse en pandemia, pero no llegó a tanto, gracias a la reacción oportuna de las autoridades de salud.

La pandemia de gripe A (H1N1) nos tómo de sorpresa entre 2009 y 2010, cobrando la vida de alrededor de 57 millones de personas en el mundo.

El Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (2012-2015), el virus del Zika (2014) y finalmente, la pandemia de COVID-19.

Son las principales amenazas bacteriológicas que ha enfrentado el Ser Humano a través de la historia y las seguirá enfrentando.

En épocas anteriores las epidemias duraban varios años porque el Hombre no tenía las herramientas médicas y la tecnología para combatirlos.

Hoy contamos con una batería de métodos para minimizar los efectos de casi cualquier enfermedad, pero lo que juega en contra es la gran movilidad de las personas.

De ahí que una de las maneras de aplanar la curva de contagio es, precisamente, romper la cadena de mediantes el aislamiento temporal.

Hasta que la Naturaleza haga su chamba.

Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: «Es imposible la existencia de un evento calamitoso que carezca de efectos benignos». (No hay mal que por bien no venga).

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