Prensa
Perseguido por sus demonios, inspirado por su odio irracional, el Pejidente ALMO acaba de asestar un golpe definitivo a la prensa mexicana, al dejarlos sin el presupuesto institucional encaminado a dar difusión a las actividades de los gobiernos federal, estatal, municipal y las dependencias del sector público.
Lo que estaba etiquetado, lo desetiquetó de un plumazo.
Por unos la llevamos todos.
Siempre lo he dicho. Los grandes medios de comunicación y los santones del periodismo, como los Dóringas, los Chabludovskis, los Loret de Mula, los Trozos, las Michas, los Perriz de Con, las Dressler y otros que se desenvuelven en las altas esferas del poder, se llevaban más del 90% de ese pantagruélico, gigantesco, descomunal presupuesto que el Gobierno Federal tradicionalmente destinaba al pago a medios de comunicación, y los de provincia nomás nos quedábamos como el chinito, milando.
El sistema les daba carretadas de dinero para que lo protegieran y lo blindaran, para criticar a los políticos de oposición, como en su momento lo fue ALMO.
Se ensañaron con él, trapearon con él y hasta se burlaron de él por décadas.
Y por décadas también fue el resentimiento que acumuló el tabasqueño.
Quien, al llegar a la Presidencia de la República, decidió aplicar un merecido castigo: Dejar de pagarles. Ya no serían más proveedores de difusión y publicidad oficial.
La respuesta de la prensa corrupta ya todos la sabemos: Se han aliado con poderes fácticos y hasta extranjeros para seguir atacando un día sí y otro también al gobierno de la Cuarta Transtornación, buscándole aquí, allá y acullá, hasta que encuentran algún hecho escandaloso o de corrupción, que sí los ha habido.
Pero he aquí que el Pejidente no se iba a quedar conforme con quitar el financiamiento a los chayoteros y mentirosos medios nacionales, como Retorma, Telerisa, Teleaztuerca, Mileño y muchos otros, sino que ahora viene contra los de provincia.
Como que adoptó la frase de aquel famoso sabio priísta, Alejandro Moreno “Alito” que un día dijo: “A los periodistas no se les mata a balazos, sino de hambre”.
A lo largo y ancho del país miles de familias que dependen de las pequeñas y medianas empresas periodísticas quedarán desprotegidas, porque la publicidad oficial es o era una de sus principales fuentes de ingresos.
Al tener como clientes regulares a los gobiernos de los estados y municipios, parte de su espacio se dedica a difundir las actividades y obras oficiales, lo que no tiene nada de malo, puesto que se hace un contrato, se cumple con los requisitos que marca la ley de adquisiciones y compras, se obtiene un número de proveedor y además, se pagan impuestos.
Pero eso está por acabar. Si la Suprema Corte decide que hay elementos para quitar el pan de la boca a los trabajadores de la comunicación independientes, los que han hecho sus pequeñas empresas porque los periódicos, televisoras y radiodifusoras les pagaban una miseria o los despidieron por anteriores recortes presupuestales, entonces se irán a la quiebra y pasarán a formar parte de la estadística de desempleados, a sumarse a la informalidad vendiendo ropa usada o chácharas, o pasarse al lado oscuro.
A estas alturas, me extraña que otros compañeros periodistas que están igualmente amenazados, no hayan dicho ni pío para protestar por este ataque artero que no tiene otra intención por parte del Pejidente ALMO más que vengarse por tantas y tantas que le hicieron los de la prensa nacional.
Porque no se trata de dádivas. Es nuestro trabajo. Los periodistas independientes hacemos un trabajo especializado, invertimos tiempo y esfuerzo para buscar la información y presentarla al público, destinando por supuesto, el espacio que se requiere para difundir la publicidad oficial.
Por eso digo que por unos la llevamos otros.
Nomás que aquellos sí alcanzaron a hacer fortuna y los provincianos apenas recibimos algunos mendrugos a cambio de nuestro trabajo.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Tales jornalistas, ¡se traslada hacia este sitio el afásico!” (Esos periodistas, ¡ahí viene el mudo!)