EL SINODAL DE TAMAULIPAS
Antioquía, Turquía.– Mientras los rescatistas seguían sacando a unos pocos afortunados con vida de entre los escombros, seis días después de que un par de terremotos devastara el sureste de Turquía y el norte de Siria, las autoridades turcas detuvieron o emitieron órdenes de arresto contra unas 130 personas supuestamente implicadas en la construcción de edificios que se derrumbaron y sepultaron a sus ocupantes.
La cifra de muertos por los sismos del lunes llegaba el domingo por la mañana a 28.191 personas, con más de 80.000 heridos, y había certeza de que seguiría subiendo conforme se encontraran más cadáveres.
La desesperación impulsaba también la indignación hacia la lentitud de los esfuerzos de rescate, y la atención se centraba en quién era responsable por no preparar mejor a la gente en una región propensa a los terremotos. El sismo golpeó también una zona de Siria que llevaba años sufriendo por la guerra civil.
Aunque sobre el papel Turquía tiene normas de construcción que cumplen los estándares actuales de ingeniería contra terremotos, estos protocolos no suelen aplicarse, lo que explica por qué miles de edificios se derrumbaron hacia un lado o de arriba abajo sobre sus residentes.
El vicepresidente de Turquía, Fuat Oktay, indicó el sábado por la noche que se habían emitido órdenes de detención contra 131 personas sospechosas de ser responsables de edificios derruidos.
El ministro de Justicia del país ha prometido castigar a todos los responsables y la fiscalía ha empezado a tomar muestras de materiales empleados en las construcciones para utilizarlas como pruebas. Aunque los terremotos fueron fuertes, víctimas, expertos y gente en toda Turquía culpaban a la mala construcción de haber multiplicado la devastación.
Dos contratistas acusados de la destrucción de varios edificios en Adiyaman fueron detenidos el domingo en el Aeropuerto de Estambul, según la agencia privada de noticias DHA y otros medios. Los dos iban camino de Georgia, indicaron los reportes.
Las autoridades detuvieron también a dos personas en la provincia de Gaziantep acusadas de haber cortado pilares para ganar espacio en un edificio que se derrumbó, según la agencia estatal de noticias Anadolu.
El Ministerio turco de Justicia había anunciado el día anterior que se formarían oficinas de “Investigación de Crímenes de Terremotos”. Esas oficinas identificarían a contratistas y otros responsables de labores de construcción, reunirían pruebas, instruirían a expertos como arquitectos, geólogos e ingenieros y comprobarían los permisos de edificación y ocupación.
Un contratista fue detenido el viernes en un aeropuerto de Estambul antes de que pudiera embarcar en un vuelo fuera del país. Era el contratista de un edificio de lujo de 12 plantas en la ciudad histórica de Antioquía, en la provincia de Hatay, que mató a un número indeterminado de personas al venirse abajo.
Las detenciones podrían ayudar a dirigir el descontento público hacia los constructores y contratistas y desviarlo de autoridades locales y estatales que permitieron que las obras aparentemente irregulares siguieran adelante. El gobierno del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ya se veía acosado por una crisis económica y la inflación disparada, y enfrenta unas elecciones parlamentarias y presidenciales en mayo.
Los sobrevivientes, muchos de los cuales perdieron seres queridos, también han dirigido su frustración y su ira hacia las autoridades. Los rescatistas se han visto sobrepasados por la escala de los daños, que ha afectado a carreteras y aeropuertos, lo que complica aún más la carrera contrarreloj.
Erdogan admitió esta semana que la respuesta inicial se había visto trabada por la extensión de los daños. Dijo que la zona más afectada en Turquía tenía unos 500 kilómetros (310 millas) de diámetro y 13,5 millones de habitantes. Durante una gira el sábado por ciudades golpeadas por los sismos, Erdogan dijo que una catástrofe de ese tamaño era inusual, y volvió a describirla como el “desastre del siglo”.
Los rescatistas, incluidos equipos de otros países, seguían buscando entre los escombros con la esperanza de encontrar más personas que pudieran desafiar las cada vez más escasas probabilidades de supervivencia. Se empleaban cámaras termales para buscar entre las pilas de concreto y metal mientras los rescatistas pedían silencio para oír las voces de la gente atrapada.
Dos hermanas fueron sacadas de entre los restos el domingo en la ciudad de Adiyaman 153 horas después del primer terremoto, según la televisora HaberTurk, que también emitió en vivo el rescate de un niño de 6 años. Las imágenes mostraban al chico cubierto por una manta térmica y cómo se le colocaba en una ambulancia. Un rescatista agotado se quitó su mascarilla quirúrgica y respiró hondo mientras se oía a un grupo de mujeres gritar de alegría.
El ministro turco de Salud, Fahrettin Koca, compartió un video de una niña vestida de azul oscuro que había sido rescatada. “Buenas noticias en la hora 150. Rescatada hace poco por los equipos. ¡Siempre hay esperanza!”, tuiteó.
Los esfuerzos de un equipo de rescatistas turcos e italianos también tuvieron su recompensa cuando sacaron a un hombre de 35 años de entre los escombros en la maltrecha ciudad de Antioquía. El hombre, Mustafa Sarigul, parecía ileso mientras le trasladaban en camilla a una ambulancia, 149 horas después de los primeros sismos, según la televisora privada NTV.
Por la noche se rescató también a un niño en la localidad de Nizip, en Gaziantep, según la agencia estatal Anadolu, mientras que una mujer de 32 años fue rescatada entre las ruinas de un edificio de ocho pisos en Antioquía. La mujer, una maestra llamada Meltem, pidió un té en cuanto fue liberada, según NTV.
En Kahramanmaras, cerca del epicentro del primer temblor de magnitud 7,8 del lunes de madrugada, se trabajaba para alcanzar a un sobreviviente detectado por sabuesos bajo un edificio de siete pisos, indicó NTV.
Sin embargo, los encontrados con vida seguían siendo la excepción.
A las afueras de Antioquía se preparaba un gran cementerio improvisado. Topadoras y excavadoras abrían fosas en el campo mientras camiones y ambulancias cargados con bolsas de cadáveres negras llegaban sin cesar. Los cientos de tumbas, separadas por apenas un metro (3 pies), se marcaban con tablones de madera sencillos clavados en vertical sobre el suelo.
La situación era menos clara al otro lado de la frontera con Siria.
La cifra de muertos en la región noroccidental siria bajo control rebelde alcanzó los 2.166, según el grupo de rescatistas Cascos Blancos. La cifra total de víctimas en Siria era de 3.553 el sábado, aunque el dato de 1.387 muertes reportadas en zonas controladas por el gobierno no se había actualizado en varios días.