ChamanIMSS
El Plan de Salud IMSS Bienestar incluye, aunque usted no lo crea, la medicina tradicional. Es decir, el curanderismo, chamanismo, las parteras, las limpias y otras prácticas más que se utilizaban en los pueblos antiguos y que aún prevalecen en algunas comunidades rurales ante la falta de profesionales de la salud e infraestructura moderna.
Ya no vamos a batallar más. Si le da mal de pujo, basta acudir al ChamanIMSS o al CuranderISSSTE, hacer una cita y consultar con el Brujo Mayor.
El curandero que nos va a atender pedirá que nos despojemos de la camisa y nos recostemos en un taburete.
Acto seguido, agarrará unos chiqueadores de epazote, se echará un buche de alcohol verde y rociará nuestro torso con ese líquido mezclado con su saliva.
Eso sí. Al terminar la sesión saldremos como nuevos.
¿Qué si tiene temperatura y se siente con el cuerpo cortado? El chamán tomará un huevo de gallina habada, lo pasará por todo nuestro esbelto cuerpo y luego romperá el cascarón, vertiendo su contenido en un vaso transparente con agua. Y ahí, claramente se verá cómo alguien nos ha hecho ojo.
¿Mal de espanto? La bruja Maruja nos dará un amuleto elaborado con sangre de venado y rezará tres padres nuestros para protegernos de todo espíritu maligno.
En caso de no contar con estos “especialistas”, el ChamanIMSS y el CuranderISSSTE subrogarán el servicio. Podremos ir a Catemaco o a La Petaca para tratarnos de nuestras dolencias y toda la lana que gastemos nos la van a retornar íntegra.
Ya no tenemos que comprar medicinas carísimas de patente, ni verle la jeta al Dr. Simi. Con la receta que nos entreguen en la clínica podremos ir a la yerbería del mercado Zaragoza, pedirle al dependiente un frasco de mariguanol para las reumas, unas hojas de aguacate para las lombrices, un tecito de ruda para los cólicos, una penca de sábila para aliviar las quemaduras y unas ramitas de albahaca para hacer que el chamaco mejore el apetito.
Yo recuerdo, hace muchos años, allá a finales de los ochenta y principios de los noventa, había en la colonia Industrial un chamán que decía que curaba los tumores.
Había unas colas enormes de pacientes del Valle de Texas y de algunas ciudades de México. Su santuario, que no consultorio, tenía varias secciones y en todas ellas atendía Don Trini, que así se llamaba el chamán.
Don Trini accedió a practicar una operación “invisible”, como le llamaba, para que yo pudiera hacer un reportaje sobre ese tema.
Llamó a una persona y le dijo que se acostara boca arriba en un catre. Acto seguido, se puso en cuclillas y entró en una especie de trance.
Momentos después, con los ojos cerrados, se incorporó y empezó a palpar el abdomen del “paciente”, hasta que se detuvo en un sitio específico, cerca del ombligo.
Hizo como que sus dedos penetraban en la carne, pero en realidad, los iba doblando hábilmente, pretendiendo que hurgaba en la cavidad abdominal, hasta que empezó a salir un líquido rojo y viscoso parecido a la sangre.
Enseguida, retiró del mismo lugar un pedazo de tejido y lo colocó en una vasija. Finalmente, hizo el ademán de que estaba cerrando con una costura “psíquica”.
En el lugar de la “operación”, por supuesto, no había ni el más mínimo indicio de corte, sin embargo, la persona me dijo que había sentido cómo los dedos de aquel hombre penetraban en su carne y sacaban el tumor maligno que lo carcomía.
Más adelante, para la entrevista, Don Trini me dijo que el espíritu que había entrado a su cuerpo era el Indio Kojuma, un poderoso curandero que acostumbraba hacer ese tipo de operaciones invisibles.
Hice el reportaje, pero por supuesto, no me creí ni una palabra de lo que me dijo el curandero.
La medicina tradicional se presta a muchos fraudes. Cuando me enteré que el Gobierno Federal tiene planeado incorporar ese tipo de “especialidades” dentro de sus métodos terapéuticos, se me olvidó el tema de los médicos cubanos, porque resulta sumamente absurdo que funcionarios de tan alto nivel, que se supone que siguen métodos científicos, den cabida a prácticas que por lo general no producen resultados reales, sino que tienen mucho que ver con el Efecto Placebo.
Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “Resulta más costosa la infusión que una porción esférica de carne cocida”. (Cuesta más caro el caldo que las albóndigas).