Viejitas
“Melodías de ayer, de hoy y de siempre, escuchando Estéreo Recuerdo”,-decía aquel locutor de melodiosa voz, y enseguida empezaba la transmisión de una suave balada romántica.
Estéreo Recuerdo ya desapareció y su lugar fue ocupado por una estación grupera, también de Multimedios, me imagino que porque vendían más los tamborazos y la música estridente que las suaves interpretaciones de José José, Dyango, Emmanuel, Napoleón, Yuri y Vicky Carr.
Confieso que soy un melancólico irredento.
Cuando estudiaba en el CBTIS esperaba con ansias llegar a mi casa y sintonizar la radio en el 93.1 de FM.
Se me encueraba el chino cuando escuchaba aquella canción de Gretta de Colombia llamada “Novia y Amante”.
A mediación de la canción, cuando la intérprete dejaba un espacio para el solo de guitarra, el operador bajaba el volumen y se oía la voz bien timbrada del locutor, en un impecable inglés: “XHAAA, ninety three point one megahertz, one hundred thousand whats, in Reynosa, México”, y después volvía a subir el volumen.
¡Oh, cuán dichoso era en aquel entonces oyendo el radio en la soledad de mi cuarto!
Hay una canción de Eros Ramazotti llamada “Canciones Lejanas” que habla precisamente de la gran nostalgia que nos causa el tiempo pasado que muchas veces fue mejor: “La nostalgia me atrapará con esa trampa agridulce para el corazón”,-decía el cantante italiano.
Todo este rollo viene a cuento porque ayer por la tarde, después de mi vuelo vespertino, me eché un chapuzón en las procelosas aguas del Internet, donde por fortuna todavía pueden hallarse videos y hasta compendios completos de artistas del ayer.
Hoy, hoy, hoy, lo que se escucha en el radio es un asco.
No hay momento del día que no pasen los feos y cacofónicos sonidos de bandas sinaloenses, el reggeton, el perreo y demás bodrios que tanto gustan a la chaviza de hoy.
Sin temor a equivocarme puedo jurar que toda esa basura está provocando una brutal involución en la sociedad mexicana.
No me lo crean. Simplemente volteen para cualquier lado y verán caos, desmadre y ausencia de valores cívicos.
Los griegos ya lo sabían. En La República, Platón hace decir a su maestro Sócrates que la música que deben escuchar los ciudadanos tiene que ser armónica y tiene que hablar de las cosas más elevadas del espíritu y los hechos de los hombres, en lugar de hablar de nalgas, cogidas, pujidos o violencia.
No es extraño que las noticias más relevantes de los últimos días se refieran a Ingrid, la joven destazada por su novio, o del asesinato de la niña Fátima Sofía.
No digo que escuchar baladas románticas o música agradable pueda devolvernos la paz y la inocencia perdidas, pero pienso que, como los colores, el tipo de música también tiene un efecto sobre la psique humana.
La música puede ser tranquilizante o puede alterarnos los nervios.
Lo único que digo es que la buena música es atemporal.
Pero, como decía Eros Ramazotti, sólo son canciones lejanas que, gracias a la maravilla de la tecnología podremos seguir disfrutando por mucho tiempo más.
Termino mi colaboración de hoy con una romántica estrofa al estilo Pegaso: “Y tornaré, cual plumífero que regresa a su sitio de procreación”. (Y volveré como un ave que retorna a su nidal).