ABANDONA ALEMANIA LA ENERGÍA NUCLEAR POR COMPLETO

Internacional

EL SINODAL DE TAMAULIPAS

Berlín. La crisis energética no modificó la determinación de Alemania de abandonar la energía nuclear: el sábado, la mayor economía europea desconectará sus tres últimas centrales, apostando por una transición verde sin reactores atómicos.

A orillas del río Neckar, a una hora de ruta de Stuttgart (sur), la cuenta regresiva ya comenzó: el humo blanco que se eleva desde 1989 de la central de Bade-Wurtemberg lanzará su última emanación.

Lo mismo ocurrirá más al este en el complejo bávaro de Isar 2 y al norte en Emsland, del otro lado del país, cerca de la frontera con Países Bajos.

Muchos países occidentales dependen en gran medida de la energía nuclear y apuestan a esta tecnología para reducir las emisiones de carbono. Pero Alemania da vuelta la página, aunque el asunto haya provocado controversias hasta el final.

Alemania aplica la decisión de eliminar progresivamente la energía nuclear adoptada en 2002 y que la canciller Angela Merkel decidió acelerar en 2011 tras la catástrofe de Fukushima en Japón.

El anuncio contó con el apoyo de la opinión pública, en un país donde el poderoso movimiento antinuclear se nutrió primero de los temores de un conflicto vinculado con la Guerra Fría y luego de accidentes como el de Chernóbil en 1986.

La invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022, que supuso el fin del gas barato y un recorte drástico de los suministros rusos, la obligaron pese a todo a aplazar unos meses el calendario de desconexión final inicialmente previsto, el 31 de diciembre.

Se trataba de evaluar escenarios sombríos, que incluían la parálisis de sus fábricas o la falta de calefacción en pleno invierno, y de medir el impacto de la crisis en la opinión, que daba señales de vacilar.

«Las cosas han cambiado»

«Con los precios elevados de la energía y el tema candente del cambio climático, se levantaron por supuesto voces para prolongar las centrales», admite Joseph Winkler, alcalde de la comuna de Neckarwestheim, donde la central del mismo nombre vive sus últimas horas.

El gobierno de Olaf Scholz, en el que participa el partido de los Verdes, el más hostil al sector nuclear, decidió finalmente extender la explotación de los tres reactores hasta el 15 de abril.

«Si hubiese habido un invierno más difícil con cortes de electricidad o escasez de gas, quizás se hubiera producido una nueva discusión. Pero lo pasamos sin demasiados problemas» gracias a la importación masiva de gas natural licuado, explica Joseph Winkler.

Para el alcalde de este pueblo de 3.500 habitantes, de los cuales más de 150 trabajan en la central, «las cosas han cambiado» y ya ha pasado el momento de una eventual «vuelta atrás» en el proceso de abandono del sector nuclear, en gran parte ya implementado.

El sector nuclear representaba el 30,8% de la energía generada en Alemania en 1997, en su nivel más alto, y solo el 6% el año pasado.

Y desde 2003, ya cerraron dieciséis de los 19 reactores que llegó a tener el país.

El porcentaje de energías renovables en la producción alemana pasó en cambio de 25% diez años atrás a 46% en 2022.

5 turbinas eólicas por día

Sin embargo, el ritmo actual de la transición verde no satisface al gobierno ni a los defensores del medio ambiente.

Y sin un fuerte impulso, Alemania no alcanzaría sus objetivos climáticos.

Esos objetivos «ya son ambiciosos sin el abandono del sector nuclear y cada vez que nos privamos de una opción tecnológica las cosas se vuelven más difíciles», explica Georg Zachmann, especialista en cuestiones energéticas para el centro de reflexión Bruegel con sede en Bruselas.

La ecuación es aún más compleja si se tiene en cuenta el objetivo de detener todas las centrales del país que funcionan con carbón en 2038 a más tardar, con una primera ola de cierres en 2030.

El carbón representa aún un tercio de la producción eléctrica alemana, con un alza de 8% el año pasado para compensar la ausencia de gas ruso.

Alemania necesita instalar «4 o 5 turbinas eólicas por día» en los próximos años para cubrir sus necesidades, advirtió Olaf Scholz. La vara está alta si se compara con las 551 unidades instaladas en 2022.

Además, el ritmo de instalación de equipamientos fotovoltaicos debe más que duplicarse, según los cálculos del grupo de expertos Agora Energiewende.

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