Por Oscar Díaz Salazar
Con pocas excepciones, entre las que destacan la de Juan González, Alicia Pizaña y Veronica Castillo, los personajes convocados a trabajar en las oficinas del gobierno del Estado qué hay en Reynosa, por el gobernador Américo Villarreal Anaya, son priistas.
Los primores se colocaron al frente de las dependencias estatales, apalancados en las relaciones de afecto, complicidades, laborales, de negocios y familiares, con quienes repartieron los espacios, que básicamente fueron: el propio gobernador, su hijo y el secretario de gobierno.
Los militantes y simpatizantes de morena no tuvieron cabida en el gobierno, no fueron convocados al servicio público, no tuvieron oportunidad de laborar en la administración estatal.
Los ganones, los primores, los relegaron a seguir haciendo tareas de campaña, a regalar el tabloide “Regeneración”, casa por casa, a seguir siendo espectadores de la vida pública (y no actores) y defensores del presidente (que muchos lo hacen por convicción) y del gobernador, por inercia y para no reconocer que fueron utilizados para facilitar el regreso de los priistas.
Tres espacios, Juan Gonzalez en la Fiscal, Veronica Castillo en ITAVU y Alicia Pizaña en educación (CREDE), son las honrosas excepciones de funcionarios estatales que vienen del PT y morena, y que no tienen antecedentes de militancia, activismo y colaboración con los gobiernos priistas.
Indagando con amigos de la mayoría de los municipios de Tamaulipas, me comentan que los militantes de la coalición morena, PT y Verde, se fueron de gane en Reynosa, pues en el resto del Estado la participación de activistas de la 4T es nula, siendo los priistas, hoy neomorenistas, mayoría en los cargos públicos estatales.
El ambiente de rechazo que hoy se tiene al ex gobernador Francisco N, es el mismo que se tenia a los priistas, y que se vivía a finales del 2016, cuando el PAN derrotó a los priistas. Muchos de esos personajes que fueron echados del gobierno por Francisco N, y por la voluntad de miles de tamaulipecos, hoy están de regreso, con ánimo de revancha, con afán de vengar la afrenta, confiados en la corta memoria de las mayorías y con actitudes de honorabilidad y decencia que suponen haber adquirido por su conversión al morenismo o por mandato divino o quizás por ósmosis inversa.
Que el gobierno está plagado de priistas no es cosa menor, no es un mal minúsculo ni necesario. Es para preocuparse y para indignarse, al menos por quienes simpatizamos con el presidente, con el movimiento que lo llevó a la presidencia y con las opciones políticas de izquierda.