- La forma en que nuestro apreciado amigo y colaborador de Candelero, el Senador Ricardo Monreal Avila desarrolla este sensible e importantísimo tema, hará que te atrape su lectura hasta llegar al final sin perder detalle. Te hará reflexionar bastante…
El diálogo, como forma de expresión léxico-literaria, permite dar vida a personajes reales o ficticios, pero también contribuye a desarrollar una trama, establecer relaciones, transmitir ideas y explorar temas profundos. A través del diálogo, personajes de la política, la academia, las letras, así como personas de la vida cotidiana, han arrojado luz acerca de temas y situaciones en particular.
Imaginemos por un momento que Rousseau, Montesquieu y Fouché se encuentran e intercambian palabras acerca de la justicia y los jueces con algunos de los más grandes patriotas y padres de instituciones fundamentales de la nación mexicana, como Morelos, Mariano Otero e Ignacio L. Vallarta.
Este encuentro, tan ideal como hipotético, tendría lugar justo frente al inmueble marcado con el número 8 de la palaciega calle de Corregidora, en el corazón de la Ciudad de México:
ROUSSEAU: “La idea de elegir jueces indirectamente o mediante Cámaras legislativas es la mejor vía para tener juzgadores insensibles e impermeables a las injusticias cotidianas. Con esto, la autonomía se traduce en opacidad; la independencia, en cofradía, y la integridad, en corrupción”.
MONTESQUIEU: “Pero tu visión es peor: que los jueces sean electos por voto popular, secreto y directo es pavimentar el camino a la partidización y la politización de la justicia”.
ROUSSEAU: “Y el sistema actual, en el que son electos de manera mancomunada por legisladores y el Ejecutivo, ¿no los hace dependientes de unos y del otro? Ese es precisamente el origen de los jueces de consigna. En todo caso, si los jueces tienen que responder ante alguien, que sea ante el pueblo”.
FOUCHÉ: “¿Recuerdan ‘Los miserables’? La justicia no tiene que ver con el método de selección de jueces, sino con los valores con que son formados. El perdón, la piedad, la bondad o la justicia no los dan las leyes ni las instituciones, sino la educación, la civilización y la cultura.
MORELOS: Pero la ley debe recoger esos principios y valores, como resultado del legado moral de la Iglesia. Así, las leyes que dicte nuestro Congreso deben obligar a la constancia y al patriotismo, y a moderar la opulencia y la indigencia.
OTERO: “Los conflictos y la ineficacia práctica que conlleva someter a un órgano político superior (como lo fue el Supremo Poder Conservador) las disputas relacionadas con el control constitucional y las desavenencias entre los tres Poderes constituidos deben llevarnos a repensar la actuación de nuestros jueces federales, no sólo como impartidores de justicia en las causas privadas, sino como operadores jurídicos de instituciones como el amparo, instrumento protector de los derechos individuales frente a todos los atentados del Ejecutivo o del Legislativo, ya de los estados o de la Unión, aunque evitando las declaraciones generales de inconstitucionalidad en estos casos e impidiendo así la irrupción de los juzgadores en la escena política censurando al Poder Legislativo”.
VALLARTA: “Yo nunca he sido juez ni pretendo serlo; sin embargo, habrá que atribuirle al progreso moral, al legado de la Ilustración, el comienzo de la abolición de las leyes y costumbres bárbaras nacidas en medio de la ignorancia de los siglos medios. Como el grado de cultura no está lo suficientemente desarrollado en nuestro país para dotar de su verdadero valor a figuras como el Jurado Popular (donde debiera manifestarse la “conciencia nacional”), los procesos jurisdiccionales deben ser conducidos exclusivamente por jueces formales. Así, es imposible que los gobernados se conviertan en legisladores o que se descubran como jueces”.
ROUSSEAU: “Se cuida más el juez que sabe que puede ser juzgado por el pueblo, que aquel que debe su cargo al amiguismo o a las cuotas”.
FOUCHÉ: “Pero un juez electo por el pueblo estará al mismo nivel y rango que un legislador y un Ejecutivo. Y la humana tentación de reemplazarlos y someterlos estará a flor de piel”…
ROUSSEAU: “Justo ahí nace el desequilibrio, desde las remuneraciones que reciben. Justicia laboral significa ‘a trabajo igual, salario igual’, y ni yo ni el pueblo creemos que los ministros trabajen más que un Ejecutivo o un legislador electo, como para que ganen más”.
MONTESQUIEU: “Por eso el problema de tu inclinación por las urnas, Rousseau. Los jueces no son pares, sino nones, respecto de los otros Poderes. Solo entre nones, y no entre pares, funcionan la separación y el equilibrio de Poderes”.
ROUSSEAU: “Dejarías de ser hijo de la nobleza… Ya afloraron tu clasismo, racismo y oligarquismo”.
FOUCHÉ: “Lamentablemente, olvidan de qué están hechos los seres humanos. Muchas veces, la ambición, la avaricia y la venganza son el alimento tenebroso que nutre a quienes ocupan losPpoderes. ¿Recuerdan el episodio entre Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias? Ambos pasaron por las urnas: uno para ser presidente de la República y el otro para encabezar la Suprema Corte. Iglesias invalidó la presidencia de Lerdo amparando a un ciudadano que alegó “fraude electoral”. ¿Quién estuvo detrás del quejoso? El mismísimo Iglesias, quien cobró una afrenta de Lerdo cuando ambos fueron ministros”.
VALLARTA: “Recuérdese también el conflicto entre el presidente Comonfort, quien desconoció la causa liberal e intentó reformar la Constitución, cuando Benito Juárez fungía como presidente de la Suprema Corte, lo que desató la guerra de Reforma”.
OTERO: “Por lo demás, el Poder Judicial -los distintos jueces- tiene que sujetar sus fallos antes que todo a la Constitución, de modo que, sin hacerse superiores a la Ley ni ponerse en oposición contra el Poder Legislativo (derogando sus disposiciones), en cada caso particular en que la Ley se pueda considerar inconstitucional los jueces tienen la posibilidad de no aplicarla”.
MORELOS: “A final de cuentas, los Poderes deben estar divididos en los cuerpos compatibles para ejercerlos, sin olvidar que la soberanía dimana del pueblo, que sólo quiere depositarla en el Congreso General, eligiendo democráticamente a sus representantes, quienes deben ser, a su vez, sujetos sabios y de probidad”.
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