EL SINODAL DE TAMAULIPAS
Madrid.– El esperado cara a cara entre los dos principales candidatos en las elecciones generales del próximo 23 de julio en España, el presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, y el aspirante del derechista Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, fue un intercambio de acusaciones mutuas y un sinfín de interrupciones que impidieron en muchas ocasiones escuchar el contenido de las intervenciones.
Mientras Sánchez acusó a Feijóo de pactar con la ultraderecha de Vox, el líder conservador denigró las alianzas de la actual coalición del gobierno con la izquierda independentista vasca, EH-Bildu, que tildó de “brazo político de ETA”.
Es el único debate y una cita crucial para ambos líderes, sobre todo para Sánchez, que según todos los sondeos sufrirá una importante pérdida de votos y escaños y quedará por detrás del PP en más de seis puntos porcentuales y entre 15 y 40 escaños menos.
De ahí la relevancia de la discusión, que se llevó a cabo en el grupo mediático privado Atresmedia, en detrimento de la Radio y Televisión Pública Española (RTVE), que sufrió el veto de Núñez Feijóo acusándola de “falta de imparcialidad”.
A lo largo de la actividad, en la que se habló de economía, vivienda, servicios públicos, política institucional, violencia de género y pactos de gobierno, Sánchez mantuvo una estrategia combativa, en la que destacó el “peligro” que supone para “la democracia española” un potencial gobierno entre el PP y Vox, que niega la violencia de género, el cambio climático y que defiende ideas xenófobas y homófobas. Incluso advirtió que el PP y Feijóo querían meter a España en “un túnel del tiempo tenebroso” en el que vuelvan la censura, la intolerancia y la persecución por cuestiones de sexo o ideología.
Pero lo que más se escuchó a lo largo del debate fueron interpelaciones continúas del tipo “¡no me interrumpa!”, “déjeme hablar” o “no se altere”. O los reclamos de los moderadores, los periodistas Ana Pastor y Vicente Vallés, de que guardaran silencio mientras el otro estaba en el uso de la palabra, que la mayoría de las veces no respetaban.
Feijóo, que adoptó un tono más tranquilo, instó a la ciudadanía a que vote para “acabar con los bloqueos y los bloques, sin contar con los extremos que no saben gobernar ni gestionar”, además de que se comprometió a cumplir con su programa. No se comprometió a no gobernar con un partido como Vox, aseguró únicamente que “gobernaré si tengo la mayoría suficiente”. Sánchez, por su parte, insistió en pedir la confianza de los electores para mantener las políticas sociales de los últimos años, como la revalorización de las pensiones, el aumento del salario mínimo profesional, la defensa de los servicios públicos y el mantenimiento de los derechos de colectivos como el LGTB+ y de leyes como la de la eutanasia. E insistió a lo largo de las casi dos horas de debate en el riesgo que supone para el país la llegada al gobierno central de un partido como Vox de la mano del PP.
Desencuentro entre PP y Vox
Precisamente en el contexto de las negociaciones autonómicas entre el PP y Vox, en Murcia hubo un desencuentro entre ambas formaciones, tras el voto en contra por segunda vez consecutiva de los diputados de Vox a la investidura del candidato del PP, Fernando López Miras. Esta decisión podría precipitar la convocatoria de nuevas elecciones ante la imposibilidad de que ningún candidato pueda formar gobierno.
Donde el PP y Vox sí llegaron a un acuerdo de gobierno autonómico fue en la Comunidad Valenciana, donde se registró una de las escenas que preocupan a la ciudadanía sobre la llegada del partido de extrema derecha al poder: la presidenta del Parlamento regional, Llanos Massó, de Vox, se apartó de la pancarta en la que el resto de diputados condenaron con un minuto de silencio el último asesinato de la violencia machista en la región, que fue el de una mujer de 38 años, que tenía tres hijos menores de edad.