El regreso de los Juvenales a Altamira
Uno de los Ayuntamientos gobernados en Tamaulipas por MORENA, donde mayores riesgos de una derrota han aflorado, es Altamira. El alcalde, Armando Martínez Manríquez, ha creado un escenario de todos contra Armando, o todos unidos contra el lopezobradorismo.
Los métodos unipersonales -más bien: unifamiliares, toda vez que la administración municipal ha sido copada por hijos, hijas, esposa, compadres y sobrinos- han signado el trienio de Armando.
Para llegar a la alcaldía, hizo pactos con los Juvenales, con los Genaros, con los Ciros, con los Armandos -López- y otros representantes sociales de la ciudad. Llegó al gobierno, y se hizo ojo de hormiga: sus aliados fueron soslayados y humillados con la indiferencia de un jefe edilicio que se desprendió del suelo para flotar sobre una actitud mesiánica y excluyente.
Las consecuencias: hoy, a unos meses de que los partidos nominen a sus candidatos, el bloque anti Armando, se ha consolidado; formado por colmilludos personajes -la mayoría han sido alcaldes- ya afilan sus cuchillos para enfrentar al presidente municipal y evitar su reelección.
En el contexto del municipio, Armando es la minoría que gobierna. Llegó con un bono democrático discreto, -pero con mucho peso de legitimación-; apenas unos 2 mil votos de diferencia que llevó al litigio la contienda.
Con el desgaste que ha sufrido en un año de gobierno, podría inferirse que a estas alturas la oposición del PRIAN, podría estarse convirtiendo en la mayoría cuantitativa en el puerto.
Bajo esas primicias, Martínez Manrique, sería un factor de peligro para MORENA, si es postulado para que se reelija. A esto, hay que añadir, la deficiente relación que tiene con los factores estatales, que desde la capital promueven como candidato al titular de la Sebien altamirense.
Es decir: Armando, esta a dos fuegos.
No lo ven como opción desde ciudad Victoria, al tiempo que los actores locales lo abominan; tanto encono ha generado el edil, que el bando opositor ha hecho a un lado sus diferencias para ir juntos con el objetivo de desplazar de los espacios de autoridad del pueblo a Armando y a su familia.
Si Martínez Manrique, pudiera garantizar el triunfo de los candidatos a diputado de los distritos que forma parte Altamira, sería un elemento sumatorio para el proyecto guindo, en el contexto de la región.
No es así.
Tanto ha fracturado la estructura política cuyo centro es el puerto, que su postulación podría llevar al fracaso a los aspirantes que irán bajo los colores del lopezobradorismo.
Se está configurando un ambiente al interior del bando opositor a Armando, para que el abanderado del PRIAN, sea el experimentado Juvenal Hernández, quien capitanea una familia que ha gobernado por más de 10 años la ciudad.
Con la pérdida de consensos del morenista en la ciudad, por sus erráticos métodos de gobierno y el repliegue de centenares de militantes de MORENA, se articula un paisaje bastante favorable para el regreso de los Juvenales a la alcaldía.
Martínez Manrique, no cree en nadie.
Ha mutado, en un personaje que echó al cesto de la basura el principio de laicidad de todos los niveles de gobierno mexicano. Ha convertido en un púlpito, los eventos públicos del Ayuntamiento. Típico en sujetos egocéntricos: no aceptan los factores locales terrenales, -al considerarlos menores a su investidura- y sí promueven como factores de su gobierno a las divinidades. (Hay que recordar a Fox).
Más claro: los únicos elementos de gobierno, son él, su familia y el Todopoderoso.
Esa actitud, lo tiene ahora, levitando; separado, de los temas terrenales, los cuales sólo puede enfrentar con el dios que forma parte de su administración.
Ni Makyito, ha llegado a tanto desvarío.