La “mano” envenenada
El Cine Rey, inició a operar en la época del boom algodonero en Río Bravo, Tamaulipas. Ubicado en el primer cuadro de la ciudad –Avenida Madero, frente a la populosa cantina La Copa Bar y el Café Cantón, y a unos metros del legendario Café Impala– con grandes augurios. Su dueño, David Silva, viendo el potencial comercial de la región y había decidido invertir su dinero en el cinematógrafo.
Construyó, una de las edificaciones más monumentales en el pueblo: un galerón de cemento de más de cien metros de largo – de Avenida a Avenida–, por algunos veinte de ancho. Tenía algunas mil butacas.
Pocos empresarios como él.
En pocos meses, las películas de El Santo, Pedro Infante, Jorge Negrete, el Piporro, Fernando Casanova, el Chelelo, Rigoberto Rosales hicieron de ese establecimiento el favorito de los riobravenses. Era tanta la demanda de diversión de la sociedad de la época, que Silva, no se daba a basto: tuvo que ofertar tres funciones: en la mañana, al mediodía y en la noche.
Tres películas en la función del matiné.
Todo un imán para la chiquillada.
El empresario, tenía una desbordada pasión: el juego.
Sobre todo, el pókar que le hacía pasar días frente a la mesa de apuestas sin siquiera probar bocado.
Como hombre afortunado, ganaba la mayoría de las veces que competía.
Uno de sus principales adversarios en la baraja, era el Zurdo. Jefe policiaco en la región, siempre traía sus bolsillos llenos de dólares. Con una intuición y una formidable suerte en los juegos de azar, gustaba de apostar fuerte.
Convocaba a jugar “manos” de miles de dólares.
Por meses, Silva y el Zurdo, vieron moverse en forma pendular la fortuna.
Una vez, ganaba el Zurdo.
Otra ocasión, triunfaba el dueño del Cine Rey.
Pacas de veinte y hasta cincuenta mil dólares pasaban de una mano a otra.
Tenían estilos de juego diferentes. Silva, era parco, el clásico jugador de semblante inescrutable; el Zurdo, era un personaje festivo que gustaba beber wisky mientras veía la “mano” recibida.
El más memorable desafío entre ambos, ocurrió un día de invierno.
Iniciaron cuatro en la mesa.
Como casi siempre ocurría, quedaron frente a frente los eternos rivales.
Silva, con su inseparable cigarro.
El Zurdo, con su infaltable escocés en la mano izquierda.
Silencio en la sala.
Se podía escuchar, el siseo de los naipes sobre la pulida superficie de la mesa de madera.
La mirada de los perdedores y del mesero, se movían como quien ve la bola de un partido de ping-pong: de izquierda a derecha, o más preciso: del rostro del Zurdo, a la cara de Silva.
La primer partida del mano a mano, la ganó Silva.
Tres ases, contra tres sotas.
En el segundo juego, salió triunfante el Zurdo: pókar de dieces, contra full de reyes.
Frente al policía una pila de verdes –algunos calculan que tenía más de 80 mil dólares–; el empresario, tenía para seguir apostando algunos 20 mil dólares.
Ambos, intuían que se preparaban para el enfrentamiento final.
Tocó dar carta a Silva.
Lanzó una nubecilla de humo sobre la apuesta: diez mil dólares de entrada.
Repartió las cinco cartas a su competidor y finalmente a él.
Echó un vistazo el jefe policiaco a sus barajas. Serenamente, las tapó. Bebió su jaibol y pidió otro Old Par con agua mineral.
Silva hizo lo mismo con sus cartas.
La ceniza de su Fiesta, cayó en su entrepierna.
No se inmutó.
De un soplido la lanzó al piso.
–¿Cuántas cartas, Zurdo?–dijo el empresario.
El policía, pensó la oferta varios segundos.
Dijo, con una seguridad que heló la sangre a Silva:
–No quiero ni una carta, David.
Silva volvió a checar su pila de naipes.
Pensó, que su adversario blofeaba. Vio su full de ases y dijo:
–Yo tampoco necesito cartas.
“Va mi resto”, dijo el Zurdo y con su codo empujó la cordillera de dólares al centro de la mesa.
Iban más de 80 mil cueros de rana.
Silva siguió pensando que el policía, estaba jugando al engaño. Esa, posibilidad se hacía más grande, porque él ya no tenía más para tapar la apuesta final del policía.
Se paró, fue al armario que tenía a algunos tres metros de la tabla de apuestas y extrajo unos documentos. Los lanzó al centro de la mesa, sobre los más de 100 mil dólares; eran las escrituras del Cine Rey.
–¿Se vale, Zurdo?
–Se vale, David.
El judicial, abrió su juego: flor imperial de espadas.
Palideció Silva.
–Suficiente–dijo, abriendo un frágil full de ases.
Se levantó, con su cigarro entre los labios.
Dio la mano al policía y le entregó las llaves del cine.
Cuando salió de la sala de juego, Silva, enfrentó la fría neblina navideña de las cinco de la madrugada y el oscuro futuro de empezar de ceros.
[22:59, 30/5/2020] Hernandez Wilson (periodista): Mantiene SST control epidemiológico en Hospital General de Reynosa ante brote por COVID-19
HACE 3 MINUTOS · PÚBLICO
CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Ante el brote de COVID-19 que se presentó entre personal médico y paramédico del Hospital General de Reynosa, la secretaria de Salud, Gloria Molina Gamboa informó que se llevan a cabo las acciones pertinentes para controlar la transmisión de contagios.
Precisó que al día de hoy se han notificado 23 trabajadores infectados, entre ellos 13 enfermeras, 6 pasantes de enfermería, 2 Residentes (Ginecología y Cirugía), 1 citotecnólogo y un intendente de una compañía particular.
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