Xóchitl: una sonrisa, un huipil, un chingao y ¿qué más?
… Si hace cuatro meses el presidente López Obrador, hubiera recibido en Palacio Nacional a Xóchitl Gálvez para concederle el derecho de réplica solicitado, seguramente que la senadora estuviera en la lista de aspirantes a gobernar la Ciudad de México. Como no fue así, como el inquilino de Palacio al no querer caer en la politiquería —todo lo que le molesta es politiquería— de Xóchitl, no la dejó entrar al recinto y la hidalguense hizo su politiquería en plena calle con su bicicleta, con su lenguaje coloquial, con su simpatía y frente a los medios de comunicación. Esto, aunado al hecho de que Andrés Manuel por un error de cálculo o en su afán desmedido de proteger a su favorita Claudia de una peligrosa y potencial adversaria, se encargó de denostar exageradamente a la legisladora de la oposición de manera tal que al injuriarla la victimizó y, al hacerlo, en pocas semanas, la convirtió en el personaje de mayor consistencia y popularidad de la oposición. Lo cual fue aprovechado por el Frente Amplio por México —cualquiera que sea el que influya o mande en su interior— para designarla, mediante el ridículo e incompleto método utilizado para disfrazar el dedazo, coordinadora de esa alianza. (El sustantivo coordinadora por el de candidata es un homenaje a la simulación que corre por el ADN nacional) De no haber surgido el fenómeno Xóchitl, la oposición se estuviera dando de topes en la frente amplia por México, al carecer de un personaje político capaz de contender en la elección de Estado que se aproxima. Es indudable que Xóchitl tiene biografía, carisma, lenguaje popular —una novedad a nivel político—, inteligencia y agilidad mental; lo único que no tiene es una estructura de campaña, un programa de gobierno y carga con el desprestigio de un ratero, un huevón y un pendejo, que son los tres partidos políticos que dicen apoyarla. (Ahí que se repartan los calificativos entre ellos) El pasado domingo, la todavía senadora, se dirigió a sus partidarios a quienes manifestó no preocuparse por las supuestas preferencias electorales que arrojan las encuestas, pagadas por el gobierno “que tiene un chingo de dinero”. Argumentó que a ella sólo la conoce “el 50% del país, pero me van a conocer bien, esa es la clave”. También hizo un llamado a la unidad opositora y expresó que en el Frente Amplio por México caben todos y que es necesaria una reconciliación entre los ciudadanos y los partidos políticos. He ahí el dilema. Dos son los problemas a los que Xóchitl deberá enfrentarse: Uno es desvincularse en lo posible de los partidos políticos cuyos miembros son peores que las chinches que ya constituyen una plaga mundial. El otro asunto no menos difícil que librarse de los partidos políticos, pero no de su financiamiento, es el de construir un proyecto de gobierno atractivo para los electores. Porque a base de frases ingeniosas, réplicas agudas, lenguaje tosco y carisma personal no se puede constituir un plan de gobernanza. Yo miro a Xóchitl sola. Ni siquiera puede implantar sus criterios político-sociales al interior del partido al que dice pertenecer (PAN) como es el derecho al aborto. Por lo que respecta al PRI, con Alito al frente, más que una ayuda la aspirante tiene una rémora que sólo busca protegerse con un buen fuero para seguir impune. Si Xóchitl lograra la hazaña de quitarse a Alito de encima ganaría mucho en el ánimo de la gente. Y ya no hablemos del PRD que es más inútil que una silla de ruedas con pedales. Es paradójico que una ingeniera, experta en edificios inteligentes, no pueda estructurar —o no la dejen— una campaña política inteligente.