Maximato
Si las cosas siguen como han estado en los últimos cinco años, el Pejidente ALMO saldrá como uno de los gobernantes más populares que ha tenido Mexicalpan de las Tunas, solo un poquito por abajo de Netzahualcóyotl Xocoyotzin, el Rey Poeta de Texcoco.
Desde hace muchos, muchos años, encontró la fórmula perfecta no solo para crear, sino para mantener e incrementar su grado de popularidad.
Como le hacen los líderes religiosos carismáticos, ALMO se creó un enemigo y un ritual. El enemigo: La mafia del poder, a los que también llama neoliberales, fifís y reaccionarios.
El ritual: Todos los días aparece dando misa… perdón, dando un mensaje en La Mañanera de entre dos y tres horas.
Por tener tanta presencia en los medios de comunicación, no es extraño que sea la figura más popular de los últimos tiempos (cosa que Netzahualcóyotl no tenía a la mano).
De acuerdo con las estimaciones de Global Leader Approval, una organización que se encarga de medir la aprobación de los gobernantes del mundo, en el 2021 ALMO ocupó el primer lugar, con el 69%, empatado con Nerendra Modi, de La India, Mario Draghi, de Italia y Angela Merkel, de Alemania.
La misma asociación lo ubica en el 2023 en segundo lugar, con un 68% y a Modi en primerísimo, con un 78%.
La encuestadora Mitofsky, sin embargo, le da un bajón y lo envía hasta el sexto lugar, con el 61% de aprobación.
Por encima de él estarían Luis Abdaner, de República Dominicana, Rodrigo Chaves, de Costa Rica, Narendra Modi, de La India, Vladimir Putin, de Rusia y Nayib Bukele, de El Salvador, lo que se me hace algo más congruente.
A pesar de todo, lo que significa que el Pejidente conserve la mayor parte de su popularidad a estas alturas del partido es que puede hacer lo que se le dé su regalada gana, como ya lo ha demostrado.
Teniendo mayoría en el Congreso, arremetió con fuerza contra el INE y ahora, contra la Suprema Corte de Justicia.
Lo he dicho siempre: El viejón tiene espíritu de dictador. Lo que pasa es que aún no se ha descarado. Pero uno de los síntomas de una dictadura en ciernes es precisamente el ataque a las instituciones, el querer imponerse a la ley a como de lugar, a la buena o a la malagueña.
Recién escuché en un programa que un periodista le preguntó si, cuando termine su mandato seguirá influyendo en las decisiones de gobierno.
Él respondió que no. Que no habrá un Jefe Máximo. Que se retirará a La Chingada (así se llama su ranchito de Tabasco) y dejará que su sucesora gobierne libremente.
Pero bueno, el Pejidente podrá decir lo que quiera, pero durante casi toda su carrera ha demostrado que sus acciones contradicen sus afirmaciones.
Yo, si tuviera la oportunidad de ir a una de las Mañaneras, me sentaría al frente, ahí, junto a Lord Molécula y todos los lambiscones, para preguntarle lo siguiente:
-Señor Pejidente, dice usted que no va a ser una especie de Jefe Máximo después de su sexenio…
-¡Nooooo! ¡Noooooooooo! No jomoj igualej que loj neoliberalej. No habrá una figura detráj de la prejidenta.
-Bueno-le respondería yo. Usted podrá decir misa, pero ¿impulsaría una reforma de ley donde se prohíba y se pene a los ex presidentes de la República si de alguna manera se nota que asesoran, guían, aconsejan o tratan de influir por sí mismos o por interpósita persona en las decisiones del gobernante en turno?
-¡Pojjjj…, ejjjjteeeee!…
No creo que conteste afirmativamente.
Lo que yo creo y que sería lo mejor para la República es que desde ahora la virtual candidata Claudia Shikitibum se empiece a deslindar de su Jechu (apócope de Jefecito Chulo, como le decía El Molacho a su mamacita en el programa Los Polivoces, allá por la década de los 70s).
No es necesario un asesor externo. La Presidencia de la República tiene asesores para todo. Es un ejército de burócratas que están al servicio del mandatario para aportarle las bases necesarias en la toma de decisiones.
A ellos corresponde asesorar a Claudia, que, si no ocurre alguna sorpresa, será la primera mujer en ocupar la Presidencia de México.
El maximato no debe ser opción para el País. Ya se probó con Plutarco Elías Calles y la historia nos dice que fue un reverendo desastre.
Tuvo que venir el patriota Lázaro Cárdenas para poner todo en su lugar e iniciar un período más o menos de estabilidad, que terminó abruptamente con el sátrapa Gustavo Díaz Ordaz y su herencia de corrupción.
Retírese ALMO a La Chingada con la satisfacción de tener una buena aprobación popular, dedíquese a escribir libros, a sembrar bananas o a leer a Paco Ignacio Taibo, pero absténgase de meterse en las decisiones que solo competirán al Ejecutivo Federal.
Tome el ejemplo de sus antecesores que aún están vivos: Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto. Simplemente se retiraron y no intentaron influir en sus sucesores.
Claro, de vez en cuando opinan sobre ciertos temas, pero no puede decirse de ellos que son o fueron en su momento Jefes Máximos cuando dieron la estafeta al siguiente presidente.
Termino mi colaboración de hoy en este prestigioso medio de comunicación con la consabida frase estilo Pegaso: “En la parte superior del difunto, los hornamentos florales”. (Sobre el muerto, las coronas).