Al Vuelo/ Por Pegaso

Opinión

Agua

En un futuro muy, muy cercano…

Hoy me levanté muy temprano. Serían como las 3:00 o 3:15 de la mañana. Corrí a la llave para ver si alcanzaba aunque sea una cubeta de agua, pero solo obtuve la mitad.

Con ese poco líquido deberá mi familia atender las necesidades más urgentes de la casa: El lavado de trastos y alguna ropa.

El piso tiene meses de no trapearse porque al agua reciclada le damos otro uso, el sanitario.

Pero la mayor parte del día tenemos que enfrentar la terrible realidad: El agua ahora es más escasa que el oro y todo mundo se pelea por ella.

Dentro de los tratados internacionales, México cuenta con una pequeña cuota de agua, porque en el pasado se fue acumulando una terrible deuda.

Las presas casi se han secado. Los ríos que las nutren son hilillos por donde apenas pueden nadar los peces y las ranas.

Los habitantes de la zona norte desperdiciaban el líquido de mil maneras. Los gobiernos municipales tuvieron que prohibir la operación de empresas dedicadas a lavar vehículos, conocidas como “car wash”. Ya no más.

El agua ya no alcanza para quitar el polvo de los autos, así que la mayoría de ellos circulan con una gruesa capa de tierra y mugre.

En las casas se acumula la ropa sucia. Los trastos en los fregaderos forman montañas y los excusados se tapan con frecuencia, provocando olores nauseabundos.

Este problema lo han solucionado en parte las familias que tienen grandes patios.

Como en siglos anteriores, cuando aún no había redes de drenaje sanitario, cavan pozos que después cubren con una especie de caseta de madera-lo más ricos las fabrican de ladrillo o block- y eso funciona como improvisado retrete.

Lo difícil es cuando viven en edificios de dos o más plantas. ¿Qué se puede hacer ahí? Ni modo de cavar en el aire.

Pues bueno. Muchos han tenido que abandonar los departamentos para adquirir o rentar en donde sí hay terreno.

Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que tomé una refrescante ducha. El calor es intenso, mucho más intenso que años atrás. El sudor corre por todo el cuerpo aún cuando se está en la sombra.

Conseguir artículos de aseo personal es muy difícil. Se han agotado también los platos y vasos desechables, porque, al no haber agua corriente, no se pueden lavar los utensilios de cocina o de uso diario.

Como yo, todas las mañanas la gente se levanta para obtener una mínima cantidad de agua de la llave, y después, ya no podrán disponer de ella hasta la madrugada siguiente.

El agua purificada se ha vuelto un artículo muy caro. En los grandes almacenes se vende a precio de oro. Solo los muy ricos se pueden dar el lujo de comprar agua embotellada.

Hoy el Gobierno Federal anunció que intervendrá en todos los estados del norte del país para evitar que la gente siga robando el agua de las tiendas.

En los últimos días se han registrado cada vez más asaltos. Padres y madres desesperadas rompen las chapas de las puertas y saquean los almacenes para llevarse unas cuantas botellas de agua purificada.

Muchos, los que pueden, han optado por migrar al sur del país, donde todavía el recurso es suficiente para atender las necesidades de la población.

Difícilmente las cosas volverán a ser igual, porque el cambio climático secó los ríos y las presas. Ya no hay más agua en esta región.

Mi familia y yo también hemos decidido emigrar. Nos vamos a Veracruz.

Aunque puse en venta mi casa, nadie la quiso comprar. Apenas me alcanzará para conseguir algo de gasolina y alimentos durante el trayecto.

Hoy, la zona norte de México se ha convertido en un desierto inhóspito.

El agua se evaporó hasta la última gota.

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