Remedio
¡Ya está!
La solución para que no nos dé el coronavirus consiste en no mentir, no robar y no traicionar.
Receta infalible que acaba de darnos nuestro amado Tlatoani.
El Pejidente dijo en impecable idioma tabasqueño: “Comer jaludable, no comer productoj chatarra, pero también ejo ej voluntario, no puede jer obligatorio. Y ejtar bien con nuejtra conjienjia, no mentir, no robar, no traijionar, ejo ayuda mucho para que no dé el coronaviruj”.
Ese salutífero consejo me recuerda aquellos remedios caseros de la abuela para eliminar todas las dolencias, desmayos, soponcios, teleles, supiritacos, patatuses y chiripiorcas.
¿Alguien los recuerda?
-Para alejar los mosquitos: Llevar una bolsita con semillas de eucalipto molidas.
-Contra el estreñimiento: Para ayudar a los niños a hacer caca, nuestras cabecitas de algodón tenían una solución insuperable que consiste en introducir en el recto una ramita de perejil untada con aceite. (Nota de la Redacción: Me imagino lo difícil que era introducir la ramita sin aceite).
-Para calmar la tos: Tomar miel con limón.
-Eliminar verrugas: Aplicar ajo sobre el área o colocar una cinta adhesiva.
-Para el dolor de garganta: Ponerse un pañuelito al cuello.
-Para aliviar el dolor de estómago: Un tecito de manzanilla.
-Para la gripa: Una sopita de pollo.
-Para expulsar los gases: Acostarse en la cama de costado con una pierna estirada y otra totalmente encogida.
No sé si el Pejidente heredó de su abuelita el remedio para no contraer el coronavirus, o si se trata de otros datos que sólo él tiene.
Posiblemente los sesudos investigadores y científicos mexicanos ya descubrieron que el COVID-19 tiene especial predilección por las personas que mienten, roban o traicionan.
En todo caso, el Peje del Ejecutivo Federal tiene la obligación de transmitir a todo el pueblo de México, ora en alguna de sus Mañaneras, ora en sus giras de trabajo, de dónde obtuvo tales datos y cómo favorecen al sistema inmune del organismo para combatir el terrible germen.
Presidentes ha habido que no han sabido sortear las crisis.
Alrededor de 1980, José López Portillo lloró como un perro porque no pudo defender el peso de la devaluación.
Carlos Salinas De Gortari nunca se pudo sacudir la sospecha o casi certeza de que fue él quien mandó matar a Colosio.
A Ernesto Zedillo simplemente la Presidencia de la República le pasó de noche y no supo ni cómo gobernó. A ese gris período se le conoce como el “sexenio perdido”.
¿Y qué me dicen de Chente Fox? A punto estuvo de causar una crisis internacional, cuando le dijo a Fidel Castro su famosa frase: “Comes y te vas”, para evitar que el barbón dictador cubano se encontrara con el presidente gringo, Jorge Matorral (George Bush) en una cumbre en Guadalajara.
Tampoco Felipillo Calderón supo sortear una crisis. La de la inseguridad. Pensó que pisoteando el hormiguero iba a acabar con las hormigas, pero lo que hizo fue que éstas construyeran muchos hormigueros más.
¿Y Enrique Peña Nieto? Cuando todo mundo lo tundía como piñata de vecindad por sus constantes desaciertos, puso en marcha una ridícula campaña para tratar de enderezar su maltrecha imagen: “Las cosas buenas casi no se cuentan, pero cuentan mucho”.
Ninguno de ellos ha tenido la gracia, el donaire, el feeling y la picardía de ALMO. No, señor.
Si nos amenaza una pandemia de coronavirus o de lo que sea, dice que nos pela los dientes; si los narcos masacran a una población civil, que los va a acusar con su mamá. Que si no lo dejan construir el tren maya o el aeropuerto de Santa Lucía, que son los de la mafia del poder. Que si los grandes empresarios no lo quieren, que son fifís y reaccionarios. Que si la prensa lo critica, son chayoteros.
Mejor nos vamos con la frase estilo Pegaso, cortesía de nuestro Tlatoani: “¡Fuchi caca, guácala!” (Lo siento, no hay equivalencia alguna con el léxico culterano).