Infausto
Desde cualquier ángulo que se le mira, el 2023 ha sido un año infausto, terrible, casi casi, apocalíptico.
Empezamos con el cambio climático que trajo unos fríos horrendos, allá por enero y febrero, las consecuencias de la pandemia, el crecimiento de la narcoviolencia, el encarecimiento de los productos básicos, el huracán Otis, Peso Pluma… Bueno, ¡se nos juntaron todas las desgracias en un solo año!
Lo bueno es que pitonisos y oraculeros hasta ahora le han fallado porque no ha empezado la Tercera Guerra Mundial, si no, ya todos estaríamos cavando bajo la casa para hacer nuestro búnker familiar.
En el tema personal, iniciamos el año con el pie izquierdo, cuando a nuestro querido Pejidente se le ocurrió castigar a todos los periodistas del país quitándoles los contratos de publicidad con los gobiernos federal, los estatales y municipales, medio matándonos de hambre por cuatro meses, hasta que, por presiones de la oposición, finalmente se patraseó y permitió que sigamos adelante con nuestras empresas, unas grandes y otras pequeñas, de comunicación.
Hubo un accidente familiar grave en mi familia del cual apenas vamos saliendo y además, me quedé sin auto durante 6 meses, hasta hace poco que pude comprar uno que ¡no entra en el decreto de nacionalización! ¡Malhaya sea!
Como dice el dicho con el que termina esta colaboración, tal vez se trate de ciclos.
Hace muchos años estaba de moda aquel tema del Biorritmo. Los chavorrucos sabemos muy bien lo que es eso, porque siempre veíamos, junto con nuestro horóscopo, qué nos deparaba también nuestro Biorritmo.
Finalmente solo quedaron los pronósticos en los periódicos, revistas del corazón y moconovelas, porque ya nadie cree que en eso de los ciclos.
Aunque a decir verdad, y lo he pensado varias veces, tenían algo de fundamento.
¿No le ha pasado que cuando entra en las rifas hay veces que tiene mucha “suerte” y se saca premios seguido y en ocasiones está más salado que una roca del desierto?
Hasta en eso hay ciencia, porque está presente un principio físico-matemático que se llama “curva normal” o “Campana de Gauss”.
Pero no entremos tanto en cuestiones técnicas, porque después nadie me lee.
Mejor comentar que faltan unos cincuenta días para que termine el año, y espero que en ese corto período de tiempo no vaya a ocurrir un cataclismo que nos haga extrañar la pandemia de COVID.
Viene diciembre, vienen las posadas y hay que disfrutar en familia de la mejor manera posible, ya sea que contemos con recursos económicos o no.
Pongan ya su pinito. Empiecen a arreglar sus fachadas, como desde hace un mes lo hicieron los centros comerciales.
Vayan pensando en qué van a cenar la noche de Navidad y hasta pueden empezar a hacer la lista de buenos propósitos para el 2024.
Pensemos que si el 2023 fue un pésimo año para la gran mayoría de nosotros, siempre hay la esperanza de que el año siguiente nos vaya un poquitín mejor, aunque eso contradice el refrán estilo Pegaso que dice así: “Ciclos anuales impares, ciclos benevolentes; ciclos anuales pares, ciclos funestos”. (Años nones, años de dones; años pares, años de males).