Al Vuelo/ Por Pegaso

Opinión

Perros

Leí una nota informativa sobre la muerte de un sicario del CJNG y cómo su hermana amenaza a sus victimarios, habitantes de Texcallipa, Estado de México, hartos por las tropelías del sujeto.

La hermana, en sus redes sociales, le dedica la canción de Cornelio Reyna “Te vas, ángel mío”, como si se tratara de una persona normal, como si en realidad tuvieran sentimientos humanos.

“Malditos perros pagarán por lo que le acaban de Aser a mi hermano son unos amontoneros ni tiempo les dieron de correr perros”,-dice el mensaje que subió Cärmën Nïcöläs Dë Chöcö.

Lo que me sorprende es que la tipa sepa escribir, a pesar de la inaudita cantidad de faltas de ortografía en solo ese pequeño texto.

Para mí que la policía cibernética debería estar ya rastreando la identidad de esa mujer, hermana del sicario que fue ajusticiado a machetazos por la muchedumbre enardecida. El mensaje en sí es una amenaza explícita y debe ser motivo de, por lo menos, abrir una averiguación previa y aplicar la sanción que se merece.

En otra foto que subió la tal Cärmën, aparece su hermano muy sonriente y quitado de la pena, con el pelo desteñido, una chamarra rosa y un pavoroso fusil en la mano, a bordo de una camioneta.

Por desgracia, las generaciones que vinieron después del 2006, cuando el expresidente Felipe Calderón inició la guerra contra el narco, son generaciones perdidas.

En los barrios bajos, semillero de punteros, marucheros y sicarios, es donde más se nota la influencia de la narcocultura.

Un estudio que realizaron estudiantes de Criminología de la UAT entre chiquillos de quinto y sexto año de primaria revela la gran influencia que ese estilo de vida ha logrado tener entre el pueblo llano.

La mayoría de los niños entrevistados prefieren escuchar música de El Komander, sienten fascinación por los rifles AK-47 y quisieran tener una camioneta Tahoe o Escalade, como las que traen los hampones.

Las personas comunes y corrientes tienen sentimientos, incluso los animales los tienen, pero las fieras sedientas de sangre difícilmente pueden tenerlos.

Por eso es extraño que aparezcan en las redes sociales este tipo de manifestaciones de cariño y apego.

¿No sabía la tal Cärmën que su hermano era sicario? ¿Qué opinión tiene del daño que éste causaba a los habitantes de la tranquila población mexiquense que, a final de cuentas tomaron la justicia por sus propias manos? ¿Pensó acaso que se merecía abrazos y besos como dice el Presidente de la República, en lugar de los humillantes machetazos de la iracunda plebe?

Si en verdad hubiera querido a su hermano, desde mucho antes lo hubiera corregido y llevado por el camino de la honestidad y el respeto a los demás, lo hubiera exhortado a que siguiera con sus estudios y le hubiera hecho ver los beneficios que trae el esfuerzo propio, como base para salir adelante en la vida.

Pero no. En lugar de eso, lo alentaba. Al menos es lo que podemos ver en los escuetos mensajes que subió Cärmën a sus redes sociales.

Viene el refrán estilo Pegaso: “Individuo que se aproxima a frondoso vegetal, excelente penumbra lo guarece”. (El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija).

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