E.T.
Hace apenas dos meses, el tema que acaparaba la atención internacional era la llegada inminente de E.T. a La Tierra, o más concretamente, su revelación pública y masiva.
Tras ese suceso, todo mundo tomaría la presencia de los extraterrestres como algo normal.
“A todo se acostumbra uno, menos a comer”,-dice la conseja popular. Y es cierto.
Nos hemos acostumbrado a la violencia, a la carestía de la vida, al calentamiento global y a los malos gobiernos, así que, ¿por qué no nos acostumbraríamos a tener de vecino a un ser de otra galaxia?
La normalización de un fenómeno o acontecimiento inusual, sea malo o bueno, es condición muy humana.
Pronto se nos pasa la novedad y buscamos otra cosa que nos emocione, nos divierta o nos asuste y así, sucesivamente, estamos atrapados en un círculo del cual difícilmente podemos escapar.
Basta ver la película “El Día de la Marmota” (Groundhog Day, por su título en inglés. Año de estreno: 1993. Director: Harold Ramis. Protagonistas: Bill Murray, Andy McDowell, Chris Elliott, Stephen Tobolowsky y Brian Doyle-Murray), para darse cuenta que el personaje de central está atrapado en un bucle temporal, donde se levanta a la misma hora y se da cuenta que las cosas se repiten hasta caer la noche, irse a dormir y nuevamente despertar para seguir el mismo camino y los mismos acontecimientos.
No sucedió lo que tanto profetizaron, y a apenas unos días de que acabe el año, nos quedaremos con las ganas de ver a los extraterrestres ir de shopping, tomarse selfies con nosotros, asoleándose en la playa o echándose unos shots en un antro de mala muerte.
La euforia ya pasó. Jaume Maussán puede seguir esperando y meter de nuevo a las momias aliens al armario de donde las había sacado.
Ahora lo nuevo, lo nuevo, es ver si alguna potencia ataca a Los Estados Unidos y lo pone de rodillas, como ocurre en la película que recientemente se estrenó en Netflix llamada: “Dejar el mundo atrás” (Leave tje World Behind, por su nombre en inglés. Estrenada este año. Director: Sam Esmall. Protagonistas: Julia Roberts, Mahershala Ali, Ethan Hauke y Myha’la Herrald).
En la misma, una familia decide tomarse unas vacaciones y renta una casa cerca de la playa. De la nada empiezan a ocurrir sucesos misteriosos, como cortes del servicio de electricidad, un buque que encalla en la arena, venados que se acercan a los humanos y la sospecha de que algo grave está pasando.
La situación grave que apenas nos revela la película en el primer tercio es que Estados Unidos está bajo ataque.
En el segundo tercio se nos explica que posiblemente algunas potencias enemigas -puesto que Estados Unidos a eso se ha dedicado durante toda su existencia, a crear enemigos- han hackeado todos los sistemas de defensa y de comunicaciones civiles y militares y han dejado indefenso al país, al borde de una guerra civil.
Al final vemos vehículos nuevos controlados a distancia, animales que se comportan raro y bombardeos a la ciudad de Nueva York.
Solo queda refugiarse en un búnker subterráneo y esperar que todo termine.
Siendo esta película un relato de ficción con elementos reales, hay quienes ya se preguntan si sería posible que eso ocurriera en vivo y en directo.
Y la respuesta es un aterrador sí.
Estados Unidos es odiado en la mayoría de los países, porque cuando no ha causado una revolución, ha derrocado a un presidente, ha invadido o ha provocado una masacre. Es el bully de la comunidad mundial.
Las potencias orientales, como China, Corea del Norte, Rusia e Irak, están más que listos para hacerle pagar todas las que debe.
Y un ciberataque, realmente, dejaría indefenso a cualquier país, ya no se diga a la primera potencia mundial que depende casi exclusivamente de la tecnología.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Quien a metal ferroso elimina, a metal ferroso perece”. (El que a hierro mata, a hierro muere).