La Comuna/ Por José Ángel Solorio Martínez

Opinión

Polvos de aquellos lodos neoliberales

Tamaulipas, está viviendo sorprendentes e interesantes, fenómenos socio-políticos. En ninguna otra etapa del desarrollo de la entidad, se habían visto tales monstruosidades.
Una de las obligaciones de los observadores de la cosa política regional, es buscar explicaciones a esas conductas que parecieran meter en una mecánica de retroceso a las dinámicas sociales de nuestras sociedades.
¿Qué demonios está pasando en Tamaulipas?
¿Por qué, los héroes cívicos del pasado -Pedro José Méndez, Alberto Carrera Torres, Marte R. Gómez, Emilio Portes Gil, Serapio Venegas, Carlos Enrique Cantú Rosas, Edilio Hinojosa, Baltazar Diaz Bazán, Jorge Cárdenas González, el Pichi San Pedro- fueron reemplazados por verdaderos anti-héroes, como Francisco García Cabeza de Vaca, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández?
¿En qué momento, la sociedad tamaulipeca empezó a percibir a aquellos que lo lastimaron, lo saquearon, los humillaron y los endeudaron por generaciones, como sus salvadores?
¿Qué factores, abonaron para crear una ciudadanía acrítica, permisiva con sus verdugos y desdeñosa ante opciones progresistas?
La posrevolución tamaulipeca, llegó con señales sombrías: Luis Caballero Vargas, resultó todo un pillo: entregó beneficios de tierra y aguas a sus amigos los terratenientes de la comarca; no tenía que ser de otra forma: provenía del carrancismo. Tuvo que llegar Emilio Portes Gil -1925-, para revertir esa tendencia y construir una clase política con vocación de servicio y de probada honorabilidad; la mayoría de los gobernadores de esa época, murieron y vivieron en la medianía.
Lamentablemente, nada es para siempre.
En 1947, el alemanismo acabó con el último gobernador portesgilista -Hugo Pedro González- y reanudó las políticas de rapacidad y de saqueo del carrancismo: entregó miles de hectáreas a latifundistas locales y foráneos y lanzó una brutal ofensiva contra la propiedad colectiva de la tierra en la entidad.
Ese vuelco en el ejercicio del poder, continuaría hasta la llegada del neoliberalismo en Tamaulipas -enero de 1989-. Bajo la estrategia de una presunta profilaxis en los sindicatos y en las organizaciones campesinas, la administración estatal, aplaudió y administró los impactos de las reformas privatizadoras.
La liquidación de las burocracias obreras y campesinas -la CTM y la CNC, fueron achicadas- acarreó una calamidad para el sistema político tamaulipeco: los gobernadores se sintieron virreyes, sin un solo contrapeso que inhibiera sus excesos. Sin la Quina, sin Pedro Pérez Ibarra, sin Reynaldo Garza Cantú, sin Agapito González, sin Diego Navarro, sin Luis Quintero Guzmán, los Ejecutivos estatales, Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington, Eugenio Hernández Flores, Egidio Torre Cantú y Francisco García Cabeza de Vaca, se transformaron en unos diletantes Calígulas: tapizaron el estado de Cónsules que ejercieron su autoridad desquiciadamente; justo, como sus protectores.
Los gobernadores neoliberales, gobernaron con la Prensa.
Con incontables recursos, generaron -los gobers neoliberales- una opinión pública generosa y tolerante. Igual hicieron con las redes sociales.
Lo que estamos viendo -y leyendo- hoy, son polvos de aquellos lodos.
¿Yarrington, es un criminal confeso en USA?
Es un grande amigo, que hizo millonarios a decenas de socios
¿Geño robó inmisericordemente, recursos del pueblo?
No importa.
¿Cabeza de Vaca, tiene innumerables procesos penales en México y USA?
Es asunto menor.
Tenemos enfrente uno de los chingazos más demenciales de la era moderna, en la mentalidad de las comunidades del Noreste mexicano: se santifica a los antivalores y se crucifica a aquellos que enfrentan la vida con sus virtudes y sus esfuerzos propios.

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