Faldas
¡Juar, juar, juaaaar! Buscando en Internet las locuras del Ser Humano que cada vez son más estrambóticas y bizarras, vi a un tipo de apariencia normal utilizando minifalda y zapatos de tacón dizque para acabar con los estereotipos.
Mark Bryan se llama, y es un ejecutivo alemán de 63 años, orientación heterosexual, con tres hijos y una comprensiva esposa.
Todos los días llega a su despacho con su faldita, sus zapatos rojos y su portafolio. En Instagram se ha hecho viral por lo ridículo de su apariencia y porque, al parecer, le vale gorro que lo critiquen porque está bien decidido a demostrar lo equivocado de los estereotipos.
Pero yo considero que por algo las prendas de vestir que usa don Mark son ideales para que las luzcan las féminas.
Las patas flacas y peludas de un hombre jamás van a verse tan bien como los torneados chamorros de una hermosa mujer. ¡Nunca!
¿Y si no se sienta bien y se le ven los calzones? ¿Imagínense nomás!
Pero aparte, no hay nada más grácil en este mundo que una larga y sedosa cabellera que ondea a los cuatro vientos, enmarcando un bello rostro femenino.
Que me perdone don Mark, pero su calva, nariz aguileña y ojos de pipizca solo lo hacen ver más ridículo.
Los dichos populares mexicanos son muy sabios, como aquel que dice: “Zapatero, a tus zapatos”. Por eso mismo jamás de los jamases se verá bien a un tipo enfundado en atuendo femenino.
Aunque, para reconocer un punto a favor, diré que la falda fue primero que el pantalón.
Recordemos que durante miles de años los hombres no utilizaban prenda alguna para cubrir sus vergüenzas.
No fue sino hasta los primeros asentamientos humanos que comenzaron a colocarse arcaicos taparrabos, compuestos por pieles de animales.
Más adelante, con las primeras civilizaciones, los tejidos sustituyeron a las pieles y las personas confeccionaron túnicas.
Los medos, los persas, los egipcios, los griegos y los romanos vestían esos atuendos, que no eran más que sábanas atadas a los hombros y cintura con un cordón.
Más hacia el norte, los pueblos nórdicos vestían una tela más corta que se enredaba a la cintura, como los escoceses.
Hasta mucho tiempo después vino el pantalón, cuando la producción industrial requería de vestimentas que no se enredaran fácilmente en los engranes.
Prenda que era exclusiva del varón hasta la década de los sesenta, cuando empezó la liberación femenina y el uso del pantalón empezó a generalizarse entre las féminas.
En cuanto a la falda, esta siguió su propia línea evolutiva y vemos que con cada década se iba acortando más, hasta no dejar nada a la imaginación.
Pero esa prenda, estarán de acuerdo conmigo mis dos o tres lectores, se les ve muy bien a las chamaconas de torneadas piernas, y no a un sujeto más peludo que un orangután.
Tal vez queriendo ser original y con un auténtico deseo de acabar con estereotipos, el tal Mark viste de minifaldas, sumándose así al estereotipo de los que no quieren estereotipos.
Ya me enredé todito. Mejor los dejo con el refrán estilo Pegaso que dice: “Reynalda, Reynalda, despójate en este momento de tu prenda femenina”. (Reynalda, Reynalda, ya quítate tu minifalda).